26/1/2020


   La almendra y el maíz de María Pilar Conn.
   Se puede ser adicta a una vida consagrada al Mediterráneo y que tus pulmones estén continuamente respirando el aire ilusorio de las colinas de Indianápolis. Así escribe desde hace décadas sus fotogramas poéticos María Pilar Conn, con un cruce sensorial que parte y se recrea, inevitablemente, en el terreno de la infancia americana.

Recuerdo a mis tías mirar a mi madre con envidia.
La mirada de mi padre al ver pasar una mujer.
Los rifles y las pistolas sin cargar en la pared.
Las miradas de los alces muertos en la camioneta.
El olor en la cocina a comida de España.
Recuerdo la primera vez que no entendía el idioma
que hablaban mis padres.
Todo está en la niebla
que conforma lo que soy.
Recuerdo la piscina llena.
El frío que todavía siento.
La col en el huerto.
Al cortar el ruido crujiente.
La piel del oso muerto.
El garaje de mi abuelo sin pintar.
Recuerdo los caballos de Kentucky.
El horrible vestido de la tía Lucy.
Recuerdo la vaca, los perros, los cerdos.
Todos comiendo con las bocas abiertas
con la televisión encendida.
¿Los cerdos os preguntáis? No, la familia.




   Arranca así, hasta el tiempo de hoy, este despliegue de evocaciones gustativas, como la crema de cacahuete, el dulce de maíz o la paella; de meditaciones visuales, como la atracción recurrente de la nieve, vegetación de alces, helechos gigantes, robles protectores, abedules, bosques, libélulas y luciérnagas de los lagos, ferias de tractores, establos con tierra y paja en la ropa o vestidos de cuadros amarillos / cosidos del mantel de los domingos; de añoranzas o frustraciones táctiles, como los cuchillos de plata domésticos, las herramientas de caza o el uso de la navaja en el desollamiento animal; de melancolías auditivas y olfativas: los truenos, el ruido de las vacas masticando, la aspiración de la cebada, el césped fresco, el romero sobre cenizas funerarias, el heno podrido, el olor de la sangre, el tomillo, el pan quemado, canela, miel, pavo, manzanas y nueces o el estiércol en la boca del puritanismo familiar entre tanto cerdo, pollo frito y tarta de calabaza. Y no cesa la remembranza, página a página, hasta mudarse en presencia, en configuración del ser actual, una aleación que ha fusionado a la niña silvestre con la maternidad depurada y la mujer madura que ama ahora entre el frescor de Sierra Espuña, el calor chicharrero de las siestas de Cabo de Palos, las lechugas y tomates de la huerta de Murcia, una laguna salada y el viento de levante.
   No hay senderos que se bifurquen en la personalidad mestiza de María Pilar Conn, sino todo lo contrario, la constatación orgullosa de ese mestizaje. ¿Y quién mejor que una mestiza para intuir el futuro de dos cuerpos?

Un día embarcamos en un sueño.
Yo soy la hija de aquel que olía a maíz.
Tú, hijo de la almendra.
¿Cómo nos íbamos a entender?
Yo, de la montaña.
Tú, del mar.
Acaricias mis pechos pequeños.
Te abrazo sin saber explicar.
Hueles a almendra.
Al maíz le gustará.

Comentarios

  1. ¿Como se pueden dar las gracias por describir mejor que yo mis propios sentimientos y vivencias? ¿Como agradecer que los hayas entendido? Mi humble thank you is all I have to offer.

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    1. Querida María Pilar, me alegra escuchar estas palabras. He disfrutado con las imágenes sentimentales que planteabas en verso. Un abrazo con toda mi camaradería. See you in Poetry Land!

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