LA VEREDA DEL CAPITÁN:
UN CALDO CON LOS HUESOS DE ESTA CIVILIZACIÓN
  
   Si todavía no han decidido qué leer entre todas las novedades que ofrecen las librerías, despréndanse de todo ropaje en esta canícula y quédense con lo justo, con la piel basta, para la mundanal epopeya que promete Canto fenicio, de uno de los poetas más convincentes y deleitables que ha dado el Mediterráneo: Juan de Dios García (Cartagena, 1975). Lo podrán comprobar enseguida en esta obra, recientemente aparecida en Chamán, a las órdenes de Anaís Toboso y Pedro Gascón, desde Albacete para el mundo. El alegre bardo, embriagado por los placeres pero considerado ante las desventuras propias y ajenas, con la sensación que transmite una existencia vivida sin abrumadores tormentos, nos deja petrificados con las palabras finales: «Huele a fiesta terminada hace siglos. El hacha gotea sobre la tierra seca. Fumo frente a la chimenea y me fundo con la leña ardiente. Me haré un caldo con los huesos de esta civilización». Aquí, Juan de Dios García ya nos ha dicho mucho, porque inequívocamente esta frase, «me haré un caldo con los huesos de esta civilización», tiene todas las claves de un libro, en su lucidez, admirable.




   Conocemos en ‘Espiral’, uno de los poemas en prosa reunidos en este prontuario con alma anarquista, que el autor de Un fotógrafo ciego (2017), Ártico (2014) y Nómada (2008), codirector de El coloquio de los perros, una de las revistas literarias más prestigiosas en lengua española, ha tenido tradicionalmente propensiones gregarias, «porque todo el mundo pertenece a un grupo». Una vez, motivado por una de esas ilusiones de libertador, cantó un bolero y, de entre la masa histérica, una voz anónima y distinguible descalabró su coraje al grito de «¡puto menchevique!». «Aquello se resumió en flores o grilletes. En lugar de liberarnos, vi a un preso ensartando las cadenas de sus compañeros. Y nadie se lo ordenaba», recuerda Juan de Dios, salvado muy a menudo por «La Imaginación».
   La vida, como leemos en Canto fenicio, está compuesta por impactos anímicos. Unas veces somos «parásitos en la tiniebla mediterránea», otras —«en campo abierto, donde un poeta va, todas las langostas le persiguen»— solo pisamos «polvo de fantasmas». Pero por aquí, en la Calle del Aire o en la Calle Bodegones, aún vagan hijos de Canaán, «los dueños del Mediterráneo y creadores del alfabeto». Cualquiera reconoce el ADN de aquellos antiguos fenicios. A los ecos de un modo de existir, de una cultura diluida en el tiempo, dedica Juan de Dios García su verbo vivo, que es fermento de ideas, evocaciones, accidentes... Heridas de guerras cotidianas que resuenan como el más viejo blues. Emociones mundanas, letra inmortal. «Todavía hay una isla que arde en mar abierto». ¡Que gobierne el mundo! ¡Por favor! ¡Ya!
 
 
Manuel Madrid
La Verdad (Murcia)
23/7/2022

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