4/2/1993


   Hoy he leído El escudo de Aquiles de José María Álvarez.

ROMANA

Dulcísima criatura, de una felicidad
que aún no ha salido de Watteau.
Cuando te miro, adormecida en esta siesta,
y sobre tu regazo, abandonada, esa mano, y
caído de ella, ese libro querido...

En instantes así
cómo todo mi ser
responde
a la invitación de ese abandono, a esos labios
entreabiertos, al olor que imagina
emanar de tu cuerpo.

Qué no daría por besarte, tocarte, por ser yo
quien te hiciera gozar, por verte retozona,
abandonada al placer, por escuchar
tus suspiros, por
beberte.

Pero bien sé que debo contentarme
con esta adoración.
                                    Y dejarte
ahí, dormida.

Escucha.
No hagas caso
jamás de las mentiras
con que querrá amaestrarte nuestro mundo.

como Shakespeare decía,
a rebel’s whore,
la puta de un rebelde.


Comentarios