Hoy he leído El escudo de Aquiles de José María Álvarez.
ROMANA
Dulcísima criatura, de
una felicidad
que aún no ha salido
de Watteau.
Cuando te miro,
adormecida en esta siesta,
y sobre tu regazo,
abandonada, esa mano, y
caído de ella, ese
libro querido...
En instantes así
cómo todo mi ser
responde
a la invitación de ese
abandono, a esos labios
entreabiertos, al olor
que imagina
emanar de tu cuerpo.
Qué no daría por
besarte, tocarte, por ser yo
quien te hiciera
gozar, por verte retozona,
abandonada al placer,
por escuchar
tus suspiros, por
beberte.
Pero bien sé que debo
contentarme
con esta adoración.
Y dejarte
ahí, dormida.
Escucha.
No hagas caso
jamás de las mentiras
con que querrá
amaestrarte nuestro mundo.
Sé
como Shakespeare
decía,
a rebel’s whore,
la puta de un rebelde.
Comentarios
Publicar un comentario