Luis quedó muy
satisfecho de oírse llamar valiente por persona de tanta autoridad. El respeto
que sentía no le permitió dar las gracias; pero algo iba a decir, cuando el
Señor, moviendo con insinuación de castigo la mano aquella cuajada de sortijas,
le dijo severamente: «Pero, hijo mío, si por ese lado estoy contento de ti, por
otro me veo en el caso de reprenderte. Hoy no te has sabido la lección. Ni por
casualidad acertaste una sola vez. Bien claro se vio que no habías abierto un
libro en todo el santo día... (Luisín, acongojadísimo, mueve los labios
queriendo disculparse). Ya, ya sé lo que me vas a decir. Estuviste hasta muy
tarde repartiendo cartas; volviste a casa de noche. Pero luego pudiste leer
algo; no me vengas con enredos. Y esta mañana, ¿por qué no echaste un vistazo a
la lección de Geografía? ¡Cuidado con los desatinos que has dicho hoy! ¿De
dónde sacas tú que Francia está limitada al Norte por el Danubio y que el Po
pasa por Pau? ¡Vaya unas barbaridades! ¿Te parece a ti que he hecho yo el mundo
para que tú y otros mocosos como tú me lo estéis deshaciendo a cada paso?».
Comentarios
Publicar un comentario