He leído Territorio
para el fuego del poeta asturiano Javier García Cellino, que lo remeta con
un poema homónimo:
TERRITORIO PARA EL FUEGO
Cuando la sangre del poeta
se extingue, aparece la palabra.
Su forma es tan antigua
como el limo o la ceniza,
pero a la vez es piedra fundamental
porque ordena la materia,
fortalece la bóveda de los sueños,
hace perseverar la lámpara
de los enamorados.
Diáspora de la luz,
la palabra permanece así junto al cuchillo
y su última debilidad,
el fuego.
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