13/2/2013


   He leído, muchos años después de su publicación, La flor de la tortura de Raúl Quinto. La razón de esa demora se debe a que este libro ganó el premio de poesía Francisco Villaespesa, en el cual yo quedé finalista con Nómada. Creo que me hubiera abierto bastantes puertas ganarlo, ya que el ganador publicaba en Renacimiento y tendría aseguradas varias reseñas en diferentes foros privilegiados. No pudo ser. Cuando el jurado me comunicó la noticia de mi segundo lugar por teléfono, estuve al borde del llanto. Nunca había estado tan cerca de ganar un premio importante —para mí, entonces, ese premio era importante— y entonces comprendí que debía bajar el listón a la hora de presentarme a los premios. Así lo hice, y el camino poético, a nivel de oportunidades, está siendo más hostil de lo esperado.
   En todo caso, paradojas de la vida, recojo estos versos del libro ganador que cuadran con ese sentimiento del escritor joven que forcejea con otros en competiciones florales.




Comprobar
de qué manera el cuerpo es una máquina
hecha para el dolor.

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