17/2/2013




   He leído Intemperie de Jesús Carrasco. Aunque por momentos resulte árida, dura, como la historia que cuenta y las geografías (física y humana) que describe, también está magníficamente escrita. He podido llegar a oler las sudorosas cortezas de queso que prepara el personaje del viejo.
   Pero mi sensación con Intemperie es extraña. La pude leer porque me la prestaron recién publicada para que la evaluara como miembro del grupo promotor del Premio Mandarache. Tuve sensaciones encontradas: me regocijé con el derroche descriptivo y el ritmo trepidante de western de quiosco; la descarté para el Premio Mandarache pensando que un chaval de dieciséis años la abandonaría antes de llegar a la mitad, que es cuando empieza la parte adictiva de la obra, pero también me pasó que esta publicación traía consigo unas expectativas mediáticas que la vendían como la novela definitivamente más cool del panorama narrativo español, y ahí me sentí defraudado. No es la octava maravilla, no es lo último, es una buena novela, nada más y nada menos.

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