26/2/2013


   He leído Intento de escapada. El hecho de que a mi amigo Miguel Ángel Hernández lo hayan nombrado finalista del Premio de Novela Herralde no hace más que confirmar lo que uno siempre ha pensado que debe ser el camino de los escritores que quieren gozar del respeto crítico: buen hacer, buenos contactos, saber estar socialmente, pocas distracciones externas al trabajo literario, muchas horas libres, perseverancia y buen aprovechamiento del tiempo y de las oportunidades. Con una primera novela y con tan solo 35 años no se puede entrar de mejor manera en el ruedo de las publicaciones. Me ha producido una mezcla estimulante de admiración, alegría y envidia.




   —¿Una locura? Pero… ¿qué es el arte? El arte es pura locura. ¿Por qué haría uno arte si no estuviese loco? Y… ¿asesinato? Podría ser. Pero ¿y si el asesinato fuera una de las bellas artes? ¿Es que no has leído a Thomas de Quincey? Además, no sería un asesinato, sino un sacrificio. Sí. Un sacrificio. ¿Qué vale esa vida comparada con el arte? ¿Cuántos esclavos tuvieron que morir para que hoy podamos disfrutar de las grandes obras del pasado? El arte está lleno de sacrificios. Todo lo que vemos colgado en los museos es sólo la punta del iceberg de algo mucho más terrible. No hay documento de cultura que no sea, a su vez, documento de barbarie —dijo remarcando la cita de Walter Benjamin, que yo rápidamente reconocí—, ¿no es cierto?

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