10/5/2013


   Al fin he desempolvado de la estantería y he arrancado el plástico de El sueño eterno. Me encanta Raymond Chandler. De vez en cuando leo novela negra para desintoxicarme de otras lecturas.




   Se ha cumplido todo lo que me habían comentado sobre el personaje de Marlowe, que he visto en cine, pero nunca lo había catado en su versión original literaria. En el principio, cuando Marlowe llega a casa de Sternwood y éste le plantea el caso de sus traviesas hijas, se produce un diálogo hilarante:

   —No es usted muy alto.
   —Hago lo que puedo.

   Y hay otro momento que es Marlowe 100%. Se trata de un diálogo entre Marlowe y Carmen Sternwood justo cuando salen pitando del apartamento de Brody con las copias de fotos pornográficas. El diálogo es exactamente así:

   —Es usted encantador.
   —Lo que usted ve no es nada —contesté—. Tengo una bailarina de Bali tatuada en el muslo derecho.
   Sus ojos se agrandaron.
   —¡Malo! —me dijo.

   Todo el ambiente de la obra encierra un punto chulesco que es puro jazz de los treinta o la premonición del rock and roll novelesco.
   Creo que Faulkner fue el guionista de la adaptación cinematográfica. Supo sacar el jugo literario al asunto.
   Chandler es novela negra con chicha y limoná.

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