5/8/2013


   Bartleby, el escribiente de Herman Melville es una relectura que hago de forma natural cada cierto tiempo. Tiene algunos párrafos en los que la voz del narrador emplea ese humor leve y audaz.




   Una de las indispensables tareas del escribiente es verificar la fidelidad de la copia, palabra por palabra. Es un asunto cansador, insípido y letárgico. Comprendo que para temperamentos sanguíneos, resultaría intolerable. Por ejemplo, no me imagino al ardoroso Byron, sentado junto a Bartleby, resignado a cotejar un expediente de quinientas páginas, escritas con letra apretada.


   Dentro de un tiempo seguiré explorando. Lo sé.

Comentarios