He
leído Fuegos de octubre de Francesc
Parcerisas, traducido por Ángel Paniagua.
SALA EGIPCIA
Me siento en la sala egipcia del museo
y oigo el zumbar de miel de las abejas.
El pasado es de verdad: amarillo y azul,
como el trigo que barre el campesino o la cigüeña
que bebe en el río turquesa del papiro.
Un poco más y todo me parece igual:
el albañil con el cedazo a pleno sol
y el esclavo que abanica, sumiso, al faraón
me esperan en un taxi, calle abajo.
Un vuelo de ánades raudos cruza el cielo enturbiado;
en la mesa de al lado, el ibis gimotea, ebrio, cruel;
Dicen que las pasiones nunca pueden pintarse,
pero este fresco es un espejo.
Vendrá la muerte, como el perro oscuro de la pared,
y creeremos ser demasiado jóvenes, o inmaduros,
o lamentaremos traspasar, adormecidos,
el gozo escaso y fugitivo de tantos momentos perdidos.
Pero la barca eterna se desliza bajo el ardiente sol.
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