He releído Prohibido suicidarse en primavera de Casona.
Entre otros personajes, en esta obra hay un antiguo empleado de banca que se pasa la vida enamorado recordando a Cora Yako, una cantante de ópera que le fascinó en su juventud y vive hechizado por ella desde entonces. El azar consigue reencontrarlos y la Cora Yako auténtica quiere corresponder a ese amor. Pero, claro, el Amante se debate entre vivir su fantasía de hace décadas o dejarla quieta como fantasía. Su colega Fernando, periodista, le ofrece una solución:
—FERNANDO: Hay otra solución. Renuncie a la Cora Yako auténtica. Quédese con la que usted ha soñado. Y dedíquese a escribir.
—AMANTE: ¿A escribir?
—FERNANDO: Es otra forma de heroísmo. Las novelas nunca las han escrito más que los que son incapaces de vivirlas. ¿Qué sueldo tenía usted en el banco?
—AMANTE: Nada; doscientas cincuenta pesetas.
—FERNANDO: Yo puedo ofrecerle quinientas en el periódico, y vacaciones pagadas. ¿Quiere usted encargarse de la página de viajes y aventuras?
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