1/7/2014


   Acabo de leer Pequeños desnudos de Aníbal García Rodríguez. Copio un poema titulado con una fecha clave.



1978

Aquel año murieron
Blas de Otero y Santiago Bernabeu
y fue ratificada nuestra Constitución.
El miedo era un cuchillo que segaba las calles
detrás de las banderas,
pero soñaba el sol una luz diminuta
en los barrios obreros.

Por su vientre de plátano de sombra
alumbraban las grises carreteras
coches de baja gama,
carreteras que iban hacia el norte
sin billete de vuelta.

Poco recuerdo ahora de aquel viaje
sino por la memoria que en el asfalto guarda
la antigua nacional trescientos
cuarenta, por un viejo Renault Cuatro matrícula
de Barcelona y por el humo negro
que escupían las bocas de las fábricas
cuando, por fin, pisamos Cataluña.

No quedaba muy lejos la ciudad,
la ciudad de las Ramblas y las flores,
la ciudad de los libros y Sant Jordi,
la ciudad de Gaudí, Serrat y Montalbán.

Sin miedo a las agujas que minaron sus ojos
mi madre remendaba por la noche
los trajes de domingo de los nobles payeses.
Las tardes transpiraban la humedad del estiércol
en campos de maíz y de patata,
las tardes tierra adentro porque, mientras,
jóvenes camareros andaluces
servían gin tonics de enebro
en los adolescentes hoteles de la costa.
Mi padre transportaba turistas alemanes
de bar en bar,
—la vida comenzaba más al norte—
y, a veces, solo restos de alemanes
entre cristal y sangre de sirena.

Porque todo pasaba en blanco y negro
para un niño que entonces
escalaba sus años por las ramas
de un cerezo de sal
y los torpes pedales
de la primera bicicleta.
Recuerdo que al tarde de los sábados
nos contemplaba con melancolía
a través de la tele modelo Saratoga
desde un rincón del comedor
en el número cinco de la calle d’Eivissa.
—Todo era blanco y negro
salvo el tapiz de labios de Olivia Newton-John—.

Empieza a hacer de aquello demasiados
años, de aquel verdín de charco y tapia
que hoy cala mis huesos.
El tiempo va borrando de este otoño maldito
las postales sin firma de Malgrat,
quizá por eso inflo esta mañana
mis pulmones de versos
para soplar el polvo
del lienzo descuidado
de aquel paisaje del setenta y ocho.

Comentarios