16/1/2015


   He leído La letra escarlata de Nathaniel Hawthorne. Me gusta hasta la larga introducción ensayística con la que Hawthorne enmarca esta exploración narrativa del pecado.
   Es lo bueno de las novelas clásicas y controvertidas. Cómo olvidar ya a las selváticas Hester y Pearl Prynne, su inyección de valentía insuflada en el reverendo Dimmensdale para mandar a tomar viento los asfixiantes preceptos que él mismo vocea en el púlpito.
   Y a todo esto los indios, ahí, de comparsas más que de otra cosa, viendo cómo le crecen los cuernos a Roger Chillingworth y cómo estos barbudos blancos teatralizan continuamente sus miserias y ensayan la hipocresía innata del puritanismo, que, como bien se sabe, es de las creaciones más sucias y dañinas del hombre.


Comentarios