30/12/2015


         He leído La senda honda de José Manuel Ramón.
   Conozco bien las aventuras y desventuras de coordinar una revista cultural: el trabajo gratuito, la responsabilidad agotadora y el esfuerzo invisible. Llevo embarcado en El coloquio de los perros quince años y va para dieciséis. Digo esto porque he sabido que el oriolano José Manuel Ramón fue cofundador, junto a José Luis Zerón Huguet, de la revista de creación Empireuma, ya desaparecida. Este dato para mí es como descubrir en una entrevista de trabajo que el aspirante tiene conocimientos de nivel superior en inglés. No asegura que vaya a ser la persona elegida, pero ya tiene muchos puntos ganados para el puesto.
         Otro dato curioso sobre este libro es que fue escrito hace veinte años, los mismos pasados desde que el autor, al parecer, decidió “exiliarse” de la poesía.
         Cualquier poeta sabe que eso es imposible. Uno muere sin poder renegar de ello. Quizá pueda dejar de realizarse el acto físico de la escritura, eso sí, pero nunca podrá abandonarse la capacidad congénita de contemplar y penetrar verbalmente el mundo.
         La senda honda habla de eso, de mundo, es decir, de hombre y naturaleza en un discurrir sin comas, un continuum, un paisaje meditativo que bebe de la Filosofía apenas nombrándola.
         Antes de regresar a la nada estos poemas se revuelcan en la grama, se desconsuelan con la lluvia y el hielo monótono de noviembre, se vinculan a las aves, giran con medusas, esponjas y conchas en la arena, examinan la degradación del fruto caído.
         En el primero de ellos se comprime toda la ideología natural del libro.
         Copio:

EXORDIO

Nunca he creído que tras la noche
renazcan los campos cuajados de vida
lo puede parecer pero no es cierto

Cada sombra anuncia
una claridad devastadora
que tras hendir la tierra destrozar el alba
o desgarrar un cuerpo apenas duro
como lo pueda ser el de un hombre
continúa no siendo nada
e irremisiblemente siéndolo todo

Es por esto que lloramos
y si también escribo
es porque temo igualmente
a la muerte.


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