1/2/2016


   He leído Franz Kafka o la acusación como condena de Miguel Catalán. Agradezco encontrarme con un ensayo fuera de lo común, apartado de la crítica literaria mitómana y halagüeña, poniendo la lupa en la virtud del perspectivismo, haciendo un repaso judicial de obras concretas, algunas de las cuales son médula espinal del universo kafkiano: Cuadernos en octavoLa metamorfosisEl procesoEl castilloCarta al padreDe la construcción de la muralla china o los relatos ‘La colonia penitenciaria’ y ‘El golpe en el portal de la finca campestre’.
Escojo un fragmento de las varias reflexiones y confesiones que nos deja Catalán:

Sirva como confesión personal que al leer por primera vez los capítulos iniciales de El proceso aventuré que el propio K. llegaría a sentirse culpable, inducido por la existencia misma del proceso, de un delito que sin duda debía de haber cometido. Suponía este lector que pronto, quizá en el próximo capítulo, K. emprendería una búsqueda retrospectiva de errores y deslices de su pasado que pudieran explicar la investigación judicial y la apertura del sumario. Mis expectativas se vieron defraudadas. Y, sin embargo, la novela muestra mediante el desasosiego interior de K. que cualquiera puede ser procesado bajo el supuesto de haber incurrido en una falta tipificada por la ley. Me refiero a la perspicaz observación de Marcel Proust según el cual a veces sentimos vergüenza cuando alguien nos acusa de una falta que no hemos cometido. Ello se debería a que la acusación cobra sentido de forma inesperada al poner mentalmente en la balanza la cantidad de veces que hemos incurrido en alguna falta sin que nadie nos haya descubierto, y por tanto, acusado; quizá el denunciante yerre en este caso, pero nos juzgamos muy capaces de hacer algo tan ilícito como aquello que ahora injustamente se nos echa en cara.


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