9/2/2016


   Los gatos pardos es riesgo estético sin necesidad de romper la baraja. Ginés Sánchez ha bajado al chino del barrio a comprar una nueva, la ha marcado con toda la sutileza de Paul Newman en El golpe y le ha garabateado con tinta invisible nocturnidades de extrarradio, folclore gansteril, rebeldía adolescente, bandolerismo de pueblo, barrio, costa y desierto. Un entrante levantino de alcohol, sexo, drogas y muerte. Una tortilla de amor y psicopatía a la española, a la mejicana y a la francesa. Y de postre, brazo de gitano con metralleta.
   No nos confundamos. En el fondo la literatura de Ginés Sánchez es punk inteligente, de vulgaridad distinguida, no punk mononeuronal para tontos del pijo.


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