Los gatos pardos es riesgo estético sin necesidad de romper la baraja. Ginés Sánchez ha bajado al chino del barrio a comprar una nueva, la ha marcado con toda la sutileza de Paul Newman en El golpe y le ha garabateado con tinta invisible nocturnidades de extrarradio, folclore gansteril, rebeldía adolescente, bandolerismo de pueblo, barrio, costa y desierto. Un entrante levantino de alcohol, sexo, drogas y muerte. Una tortilla de amor y psicopatía a la española, a la mejicana y a la francesa. Y de postre, brazo de gitano con metralleta.
No nos confundamos. En el fondo la literatura de Ginés Sánchez es punk inteligente, de vulgaridad distinguida, no punk mononeuronal para tontos del pijo.
Comentarios
Publicar un comentario