5/6/2016


   He leído La edad media de Leonardo Cano. Tres historias trabadas en un juego de personalidades —principalmente las de Fauró, Julia, El hijodelRana y Moya— que deambulan por la vida desde sus años escolares y universitarios hasta llegar a un mundo brutal de adultos y caretas en el que tendrán que espabilar en el amor, en el trabajo, en todo. Se titula así, en minúscula, porque no va de señores feudales ni de princesas que suspiran en palacio. Va de jóvenes furiosos de ayer convertidos en hombres y mujeres decadentes de hoy, subidones y bajones morales entre negocios, promesas, sexo, exámenes, drogas, oficina y rocanrol.




   Hay relatos generacionales que complacen sólo a los lectores que pertenecen a la generación retratada. No es el caso de La edad media. Esta novela, sirviéndose de un modelo generacional concreto —el amplio número de nostálgicos de la EGB hallará un extraño placer en las descripciones y peripecias de pasillos, baños y recreos—, trasciende la barrera del “encantado de conocerse” y tira más hacia el retrato ultrarrealista e hiperbólico. En muchas reseñas se citan las referencias de Carver, Bukowski, del Vargas Llosa de La ciudad y los perros, de Houellebecq, de Bret Easton Ellis… Se lo compro. Generación X, un bombón de hiel, la glucosa de la violencia. Cano apuesta, ya no por la fusión estilística entre fondo y forma, sino por este concepto: la narración como narrador. Juega con las elipsis de manera magistral, sobre todo en los diálogos de chat entre Julia y Fauró. Hay que meter el silencio en medio del ruido argumental. Para saber contar hay que saber cuándo y dónde callar. Está escrita con una precisión que no es habitual para un novelista debutante. Cabe preguntarse: ¿es Leonardo Cano un novelista “tardío”? Ya sabemos que ser escritor tiene el prestigio al revés que el de modelos y deportistas. Un narrador de treinta y muchos años puede ser, si me apuras, una joven promesa. Lo lógico sería que la primera novela de un autor hiciese aguas por varios lados. Sin embargo, su mecanismo narrativo y la chispa adecuada para activarlo han sido muy bien engrasados, con paciencia oriental y cientifismo occidental.
   Leonardo es así: un humanista que ha coqueteado con la Ingeniería, y demuestra, a quien lea La edad media, que con esta novela ha llegado al mapa literario patrio para quedarse con una obra musculosa, que provoca el aplauso al término de muchos fragmentos, que parece esculpida en un taller de platería dinámica.

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