4/6/2016


   He leído Un día negro en una casa de mentira.
   Repasando la trayectoria de Elena Medel, me han venido muchos recuerdos como lector fiel y atento de su obra.
   Devoré el descaro —cuántas veces se ha emulado— de Mi primer bikini porque una amiga me enseñó el poema ‘Ragazza’ y me dijo: «Esta chica aún va al instituto». La escuché con auténtico entusiasmo presentando en una biblioteca pública de Almería su Vacaciones, publicado por los legendarios Ana Santos y Pedro Miguel, los editores más sui géneris de Andalucía en esos años. En su puesta en escena, era muy divertido verla pidiendo un novio entre el público asistente. Precisamente a Ana “Gaviera” está dedicado Un día negro en una casa de mentira.




   Leí después Tara y me encantaba ver cómo jugaba con las adivinanzas literarias, poder ser cómplice secreto en algunas de ellas, por ejemplo esa de «Angélica respetada por las aguas», en homenaje a la pieza más celebrada del entrañable dramaturgo Alejandro Casona, La dama del alba, a la que yo dediqué mi tesis de licenciatura. Los guiños culturales de su estética pop seguían siendo frecuentes y naturales.
   En 2014 llegó Chatterton. Me pareció un paso importante verla crecer respirando de otra forma sin perder ese aire de asombro y extrañeza europea y americana marca de la casa. Percibo Chatterton como un título que abre etapa y propone retos a la misma Elena. Copiaré uno de los poemas que adelantan ese futuro cercano.
   Otra cosa. Por fin, en esta edición se puede disfrutar de rarezas como Un soplo en el corazón —homenaje en verso breve a los donostiarras Family que nunca logré conseguir—, el inédito La caída del Imperio Romano —pequeño cuaderno de reflexiones literarias—, poemas dispersos y nueve poemas que componen Isola delle Femine inspirados en la artista Mariana Ferratto —nueve bombones—.
   Hay decenas de polémicas que siempre rodean a Elena. Imagino que tiene que estar un poco hasta el moño de que se le cuestione hasta la marca del café que toma.
   Me gustan sus libros y su personalidad. Creo que, quizás sin pretenderlo, abrió caminos en la poesía española a principios del siglo XXI y que estéticamente hay una generación entera de poetas jóvenes que le debe bastante. Aquí hablo sólo de literatura, que es lo que nos importa a la mayoría, supongo. Al debate puerco y circense me da mucha pereza entrar.
   Me parece una poeta con un estilazo emocional que late en ella desde los quince años hasta ahora. Punto.


TEMPLO DE LA TRANSFORMACIÓN DE LA SABIDURÍA

El amor que conozco se parece a este templo. Apenas destaca
su exterior, y el interior se cubre con tejas de esmalte negro
de la dinastía Ming. La guía —un volumen antiguo, en el que no figuran
horarios de visita a monumentos ante los que retratarse,
finge la sonrisa, finge que te lo estás pasando bien— advierte
que su nombre popular es Templo Negro, más exacto,
sin poesía.

Conozco el amor igual que conozco este edificio
al que los turistas se acercan después de visitar otros
de mayor importancia. La guía —un volumen antiguo,
en el que no figuran los nombres
de los hombres que nunca lo hacen, finge la sonrisa, finge
que te lo estás pasando bien— advierte
que su nombre popular es Templo Negro, más exacto,
sin poesía.

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