3/8/2016


   Acabo de leer Box 8 de Marisol Sánchez Gómez.
   Es arriesgado que alguien —en este caso, una traductora y estudiosa humanística— traslade al formato papel los contenidos que publica periódicamente en una bitácora virtual. Hay textos que se adecuan a la velocidad de internet y, sin embargo, su potencia se reduce a mínimos cuando quiere evolucionar hacia la provechosa lentitud del libro. El caso de Box 8 es lo contrario. La actualidad informativa, de la que nacen bastantes páginas, se universaliza y se atemporaliza gracias al estudio sutil y guerrero de la autora, que no se corta ni un pelo en exponer conclusiones categóricas sobre temas en los que a veces no queremos adentrarnos demasiado, ya sea por prudencia, por desconocimiento o por creer que hay laberintos infinitos cuyo cristal es más duro que el diamante. Véase el maltrato emocional, el empoderamiento del cuerpo de la mujer, la depresión y el suicidio, Palestina, la educación pública, el psicoanálisis aplicado a la histeria masculina, el narcisismo, Ciudad Juárez, lesbofobia… Un bazar temático completo y jugoso. Eso sí, poco o nada dispuesto al regateo.





   Hay osadía, claro. Para que la inteligencia crezca con frescura, tiene que ser regada con osadía. Box 8 es un libro, ante todo, vivificante. Casi el 100% de ese ánimo de vivir, de ese enriquecimiento, lo da el despliegue de lecturas que nos revela. Entre muchas otras, destaco sus selecciones literarias de las estadounidenses Judy Grahn, Sharon Olds, las británicas Sarah Kane, Denise Levertov y la canadiense Evelyn Lau. Pero hay una escritora que deslumbra a Marisol Sánchez Gómez por encima de cualquiera, a la que dedica el mayor número de entradas y citas: la intelectual y activista lesbiana Adrienne Rich. Eso es lo que más he disfrutado de Box 8: las reflexiones sobre la genitalidad en el lenguaje, la crítica al sistema sanitario en ginecología y obstetricia, el cuerpo como base natural de nuestra inteligencia, los orígenes y la construcción de la identidad, el rechazo lesbiano a la heteronormatividad obligatoria o, por ejemplo, la responsabilidad personal, como en este poema que copio:


PARA EL EXPEDIENTE

Las nubes y las estrellas no libraron esta guerra
los arroyos no informaron a nadie
si las montañas arrojaron piedras de fuego al río
fue sin tomar partido
la gota de agua que se balanceaba levemente bajo la hoja
no tenía opinión política
y si aquí o allí una casa
se inundó de aguas residuales
o envenenó a los que allí vivían
con lentas humaredas, durante años
las casas no estuvieron en guerra
ni los edificios tapiados
quisieron negar cobijo
a las ancianas sin techo o a los niños vagabundos
no siguieron la política de hacerlos errar
o morir, no, las ciudades no fueron el problema
los puentes no eran partidistas
las autopistas ardieron, pero no con odio
Incluso los kilómetros de alambrada
tendida que oprimía los barracones temporales
diseñados para mantener a los indeseables
a distancia segura, fuera de la vista
incluso los tablones que tuvieron que absorber
año tras año, tantos sonidos humanos
tanta profundidad de vómito, lágrimas
sangre que calaba lentamente
no se ofrecieron a esto
Los árboles no se prestaron a que los cortaran en tablones
ni las espinas a desgarrar carne
Mira a tu alrededor
y pregunta de quién es la firma
impresa en las órdenes, trazada
en la esquina de los planos de construcción
Pregunta dónde estaban los analfabetos, las mujeres
barrigonas, los borrachos y los locos,
aquellos a los que temes más que a nada: pregunta dónde estabas tú.

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