18/6/2013


   Tenía bastantes prejuicios negativos con Ray Bradbury. Lo tenía en mi lista de “libros imprescindibles que, por alguna circunstancia, aún no he leído”, pero Fahrenheit 451 me ha parecido imprescindible. Qué gusto me da tachar esta novela de esa lista.
   Mi rechazo inicial a Bradbury era por pura desinformación o, mejor dicho, información difusa. Me lo vendían como “un clásico de la literatura científica” y esa definición no me ha hecho gracia nunca mucha gracia, ya que la ciencia-ficción no es mi género predilecto ni por asomo. Me pasa lo mismo con Philip K. Dick. Y estoy completamente seguro de que me equivoco. Prejuicios: necesario destrozarlos cuanto antes, aunque sean necesarios para sobrevivir.




   He descubierto, por cierto, que Borges admiraba a Bradbury, en especial por sus Crónicas marcianas.
   Un mundo feliz de Huxley, 1984 de Orwell y Fahrenheit 451 no pierden vigencia, las veo fundamentales para entender el mundo moderno, junto a El guardián entre el centeno, la biblia del outsider. Pero no del futuro estructural, sino del futuro interior.
   He llorado como una nenaza al final. Pocas cosas veo tan hermosas como la misión de los hombres libro.
   Y no. No he visto la adaptación cinematográfica de Truffaut.
   Siempre hay que dejar algo pendiente. ¿Qué estímulo tendría, si no?

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