1/7/2017


   Veo a Luis Acebes como a uno de esos epígonos geniales de la poesía de la nueva sentimentalidad que, sin embargo, ha elegido el camino promocional del silencio. O sea, que escogiendo lo supuestamente peor de ambas tendencias (el autobiografismo poco imaginativo de los confesionalistas y la actitud distante de los herméticos) va retratándose como un intimista hondo volando hacia donde le apetezca.





   Este es el poema que abre Fatiga terrestre. Y es demoledor.

Ayer presenté un libro.
También vi a tres pájaros
peleando
por un trozo de pan
demasiado grande.

Uno lo cogía
y lo arrastraba revoloteando.

Los otros se lo impedían
intentando quedárselo.

La escena me puso triste:
pensé que todos,
de alguna manera,
nos comportamos así.

Después vino un perro
y se quedó el pan.

Lo del libro fue bien.
Las caras de siempre
y el calor de un pasado
que no quiere saber
nada
de muertes.

Aunque tampoco se lo comió.
Fue más la necesidad
de dejar las cosas claras,
honrar un lugar en la pirámide.

No me acostumbro al público.
Me acordé de Machado:
Esta no es mi voz. Pero,
¿cuál será?

Tampoco eran mis pájaros
ni yo un dios narrativo
que pica algo con su mujer
antes del acto: calamares
muy tiernos, bravas, una copa
de vino blanco, yo cerveza,
y luego dos cafés.

Peleando por nada, buen título
para algo,
un gran documental que cuente
lo que vinimos a hacer aquí.

Comentarios