14/7/2017


   Rosas negras de Ginés Cruz.
   No cabe duda de que el episodio más dramático en la historia del siglo XX español es nuestra guerra civil, sus causas y sus consecuencias. Si nos atenemos a las causas, nos situamos en la ciudad de Cartagena —donde se desarrolla esta novela— y acercamos la lupa lectora al barrio del Molinete, encontraremos los dos personajes más novelables de dicha ciudad: una legendaria prostituta, Caridad “La Negra”, y un matón a sueldo, el gitano cuchillero Chipé.
   Ginés Cruz se ha propuesto el reto de narrar en once capítulos y un epílogo la historia de ambos y de todos los otros personajes satélites, reales o ficticios, que circulaban alrededor de esta heroína y este villano locales. Hay descripciones costumbristas claras, apuntes biográficos curiosos, escenas de erotismo y política continuamente encadenadas a un ritmo de acción y diálogo frenético y tenso, como el ambiente que respiraron los que pudieron presenciar la tortura del cuerpo muerto del Chipé.




   Copio un fragmento del instante en que dos enfermeros de la Cruz Roja trasladan lo que queda del Chipé al Hospital de la Caridad:

   —¡Pero Virgen Santa! Lo han matado a palos.
   —No. Morirse se ha muerto de un tiro en la cabeza, no sé de quién. Es después de muerto que lo han linchado.
   —Se han ensañado bien. ¡Si está irreconocible!
   —Es que era muy mala gente. Y eran muchos los que estaban hartos de él.
   —Sí, bueno. Eso y la política. —dijo Jesús, uno de los enfermeros que lo había traído en el coche.
   —¿La política? —preguntó el guardia— ¿Qué tendrá que ver este diablo con la política?
   —Verás, Lorenzo —explicó el de la Cruz Roja encendiéndose un cigarrillo a los pies del cadáver—. A este no lo han linchado por ser un chuloputas, a cualquier otro malhechor, una vez muerto, lo hubieran dejado tranquilo. A este lo han linchado porque era un matón de los potentados de derechas y, siempre que se metía en un lío, tenía padrinos que lo sacaban de él. Si se hubiera conformado con ser un malhechor entre el resto de malhechores nada de esto le hubiera pasado. Pero las gentes del Molinete lo veían como una especie de traidor que jugaba a dos bandas: ante la buena sociedad era temido como matón de los acaudalados. Los que lo han linchado eran de los suyos, mayormente.
   —Pero eso no es política, Jesús —replicó el otro guardia—. La gente pobre no es de derechas ni de izquierdas. Es… pobre.

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