29/6/2017


   Santiago Montobbio hace lo que le viene en gana y eso me parece muy bien, sobre todo porque no hace daño a nadie ejerciendo dicha libertad. Quizá no sea coincidencia que un anterior libro suyo se titule El anarquista de las bengalas.
   Hasta donde yo sé, ha batido dos récords. Uno fue en la revista El coloquio de los perros por encabezar la mayor extensión espacial en una sola entrevista: treinta y cinco páginas en formato Word nos llevó la cosa en el número 25 de 2009. Otro ha sido en el número de páginas que contienen tres de sus poemarios: Los soles por las noches esparcidosHasta el final camina el canto y el último, Sobre el cielo imposible, tienen más de trescientas cada uno.




   Acabo de terminar de escalar este tercer monte y he encontrado árboles como el que copio:

El pueblo que es sólo silencio. Ni las campanas
ni la noche lo rompen. El silencio inunda
las calles, y el silencio es el viento, y el aliento
íntimo del campo. El amor puede ser
silencio, como este pueblo, y el recuerdo
un dolor callado con el que te canto.
Con poemas de amor intento amordazarlo.
Pero el canto es sólo fábula, invento
del viento, como ese pueblo de silencio
que adentro siento. Y por el que me pierdo.

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