9/1/2018


   El baile de Madame Kalalú de Juan Carlos Méndez Guédez.
   Esta novela es una fiesta y, como en todo espectáculo narrativo, hay constantemente momentos de agitación, densos, acelerados, delirantes, empalagosos, geniales. Ya bajado ese tobogán, lo importante es el balance del día después, el repaso que le des —como lector— al post festum. Y es positivo. La brisa que ha dejado este merengue psiquiátrico de joyas, carcajeo, pistolas, arte, sexo, medicación y whisky ha terminado seduciéndome a la búsqueda de un segundo baile.




   Copio:

   Si no le he hablado nunca de Javier es porque se trata de una persona tan limitada que jamás ha merecido mi atención. Terrible error. Son los enanos de espíritu los que siempre pueden perturbarnos. Debo tomar eso en cuenta para el futuro. Hay siempre un peligro oculto en la mediocridad. De allí es de donde surgen las peores traiciones, las peores venganzas, los más mezquinos y retorcidos ajustes de cuentas. El mediocre es como el ácido, que parece arder de gusto al tocar una bella pieza de metal cuando en realidad la está destruyendo.

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