2/1/2017


   Los primeros ángeles de Mateo Rello.
   Con el soplo de la muerte familiar, desde el levante comercial barcelonés Rello suelda un estudio en verso de las últimas ramas de su árbol genealógico, que repasa, con relámpagos de una belleza arcaizante extraordinaria, el viaje de ida y vuelta entre las rurales raíces sorianas o andaluzas y el callejero fluvial de Santa Coloma.




   Soy lo que huelo y los olores declinan mi sensibilidad, mi biografía y las intuiciones de las otras que atesoro. Una casa está llena de olores, vale decir, de recuerdos, y estos pertenecen a una gramática más amplia, que los teje con los olores del vecindario y de la ciudad, incluso con los olores extinguidos. Guardo recuerdo del urbanismo fragrante de Sta. Coloma, entre lo rural y lo urbano. Aquellos olores me transportan a episodios de vuestra vida. Gregorio y Pilar, padres hijos míos, ¿qué pensasteis al llegar aquí? Santa Coloma de Gramenet. Una ciudad por hacer, pero habitada —de hecho, superpoblada—, es un génesis abigarrado y áspero, que no cabe en las letras de su nombre: participa del caos más que del urbanismo. Por su parte, el futuro, lombriz cortada, se retorcía en esas calles que iban a ser estas, y era un puente precario sobre el río Besòs, una metáfora bamboleante, y una red, luz de faros, trenzada por autobuses nocturnos.

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