15/7/2017


   Material inflamable de Luis Reynaldo Pérez.
   Buen repaso de la poesía que viene desde República Dominicana, que ha vivido un aislamiento literario de décadas, parecido al de Paraguay, Puerto Rico, Bolivia, Ecuador o los países centroamericanos, con la excepción de Nicaragua. Y no habrá que achacar esta situación a su insularidad, ya que Cuba siempre ha sido millonaria en ficción. No estaría de más que se desarrollara cada poco tiempo una especie de congreso general en el que se tomara el pulso con verdadero conocimiento y rigor de lo que puede exhibir cada país hispanohablante en el panorama poético, narrativo, dramatúrgico y ensayístico.
   Un ejemplo de la denuncia que hago es este libro, que no ha llegado a mis manos porque lo haya podido comprar en librerías españolas, sino porque mi buen amigo y experto lector Juan Ángel Martínez Hernández se acordó de mi pasión por América cuando pasó unas semanas laborales en Santo Domingo, coincidiendo con su Feria del Libro.
   El antologador abre su prólogo con una cita de Borges perfectamente convocada: «Nadie puede compilar una antología que sea mucho más que un museo de sus simpatías y diferencias, pero el Tiempo acaba por editar antologías admirables».
   De todos los autores recogidos, destaco el hábil sarcasmo entre los versos de Homero Pumarol —copio un ejemplo—, el spanglish surreal de Ricardo Cabrera, la imaginería de Natacha Batlle, el grito de Abril Troncoso y la prosa nevada de Víctor Saldaña.




ESTE POEMA

De vez en cuando vuelvo a leer este poema.
Me gusta, es corto y fácil de olvidar.
No tiene asunto, anda rápido, no tiene tiempo.
Uno llega al final buscando otra cosa.

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