Al compás literario del tango de Manuel Guerrero Cabrera.
Qué agrado encontrar a un estudioso
español de mi generación —cercada culturalmente por el punk-pop-rock-indie
anglosajón o el flamenco— al que le apasione el tango y encima fije su atención
en el estudio de las letras. Cualquier aficionado a la música sabrá que el
tango juega en la misma división literaria que la copla.
Tiene mérito. Manuel Guerrero Cabrera,
siendo andaluz de Lucena, podría haber escogido el compás verbal del cante
jondo, millonario en investigaciones y cosechas de los más variados escritores
e hispanistas, pero ha decidido en este libro dar una revisión incitante: las
inteligentes parodias tangueras a partir de los años treinta, la huella de
Rubén Darío en los tangos de Cadícamo, el papel de la censura o la mujer inmigrante
en la evolución de las milonguitas al tango-canción, la erudición y el talento
del innovador Horacio Ferrer —tuve la suerte de tomar café con él dos horas sin
apenas decir una palabra, sólo escuchándole y mirando a la cara a un pedazo
vivo de la historia del tango con mayúsculas—, las imágenes bíblicas de
Discépolo, el spleen afrancesado de
Gardel en ‘Mi noche triste’, su encuentro con Federico García Lorca en Buenos
Aires, las metáforas de Cátulo Castillo, Contursi o el inigualable Homero
Expósito:
Tu forma de partir
nos dio la sensación
de un arco de violín
clavado en un gorrión.
Bienvenida esta anomalía de la que he
aprendido mucho.
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