Navajazo. Albacete es una provincia pegada a la
Región de Murcia y, sin embargo, llegué al conocimiento de este libro del
albaceteño Julián Cañizares Mata por la recomendación generosa del cordobés Antonio
Luis Ginés. Queda comprobado que los vasos comunicantes de la literatura y la
geografía van cada uno a su ritmo. Otra lección de humildad para uno que se
jacta, entre el colegueo cervecero, de tener registrado en su memoria a
cualquiera de los poetas vivos del sureste español.
No conozco la obra anterior de Julián
Cañizares, pero debo decir que Navajazo
tiene una voz diferente, una filosofía violenta obsesionada con la capacidad
humana de caber en el mundo, en la que, a ratos, hay brasas de humor en la preocupación
alucinada del espacio y del estar en el tiempo:
EL FUTURO
Tiré la navaja al cielo, se la clavé
a un pato que volaba, y el pato cayó
y se clavó en mi pie. Con el otro pie
le pegué una patada al pato,
y me clavé la navaja que había en él
clavada. Y el cielo hizo lo mismo,
hacia el cielo del cielo, y clavó su navaja
en mi pie sin pato, que es lo que era antes
de que yo me clavara la navaja
al darle la patada al pato. Cogí la navaja,
curé al pato, y cojeé el futuro.
En Navajazo
la ferocidad es un remedio, va cogida de la mano del miedo. Y este autor vence,
aunque pueda no convencer, porque ha escogido el precipicio a la puesta de
medallas en gala social, porque tiene poemas donde se hace temer y no amar,
porque ha resuelto ser de los que persiguen, no un fugitivo.
LA SALA DE ESPERA
Un hombre acuchilló un cajero automático
y de él salió sangre y del hombre dinero.
No puedo pensar en otra cosa desde entonces,
cuando imagino los cortes de los que está
hecho
el suceso, el acto meramente de vivir.
Puede que todo fuera una sala de espera,
y que esa sala de espera fuera mi visión
del hombre acuchillando el cajero automático.
Hay emociones que viven más que nosotros,
que se quedan después, que incluso cierran la
puerta
del dormitorio, y ya, y poco más que ya.
Hay cajeros automáticos que caben el filo
de lo absolutamente vivo. Cajeros que esperan
ser
la emoción de un hombre que se busca a sí
mismo,
y no se da cuenta de que sólo sangra.
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