27/10/2018


   Animal fabuloso de José Óscar López, publicado por la editorial Chamán.
   Aves, invertebrados, mamíferos... De todo tipo de especies animales está plagada esta antología onírica de fábulas escritas en alfabeto salvaje sobre fondo negro: «Ya no busco la luz, resulta inútil».
   La oscuridad y el mar son esenciales en este libro para proyectar su animación, porque el agua es la noche donde nadan las cicatrices.

SEPTIEMBRE

Las ruedas desinfladas de la verja,
unos niños jugando a la pelota,
un viaje que no haremos,
promesas de septiembre.

La bolsa preparada, las maletas
en la puerta del patio
esperando que llames,
que deshagas tu cola
e inundes el pasillo con olor a champú.

Que brilles, pelirroja.

Busqué señales en el cielo,
la tarde detenida
y un reloj.

Dormir a pierna suelta junto al agua.




   ¿Dolor, asfixia, miedo, desorientación? A priori parece que cito los ingredientes típicos con los que se fabrica un poemario contemporáneo del montón, una obra de parámetros convencionales que sólo sirven para mostrar literatura terapéutica. Y digo yo que para algo se inventó la psiquiatría y los fármacos. Y escribe este autor que «En las bañeras flotan aún las bibliotecas / de los que murieron ahogados».
   No nos equivoquemos. Estamos hablando de un poemario de José Óscar López. Él no va a permitir en ningún momento que la mediocridad estética tenga el más mínimo protagonismo en sus páginas.

El viento mece las espigas
de trigo y extiende los campos
en movimiento hasta donde la vista
alcanza. Dime, sueño,
¿estos son tus ejércitos?

   Así, preparadas sus herramientas de fontanería terrestre, abre ‘Los héroes del amor’, primera de las seis partes en que se divide esta ópera zoológica, con bancos de peces ortográficos; describe la sensatez de los tigres que sueñan con piscinas en el reino de agosto; analiza, tarot en mano, los pechos de Dorisa Day, que toca el banjo y se desgañita en un western festivo alucinante, y se vislumbra ya el primer intento de estudio épico-lírico de la pereza, arte que ha obsesionado durante décadas —y lo que queda— a este experto en ambientes felinos, calurosos, somnolientos y, por inercia lógica, ligeramente lisérgicos. ¿He dicho ya que al autor le pirran los gatos y reside en un planeta llamado Murcia?
   No es de extrañar que en los otros cinco tramos de este parque pseudo-infantil, humorístico, bestial, siniestro y mitológico nos conduzca en diez direcciones distintas por un mar de luxaciones viviendo siete aventuras cromáticas con la belleza —no será casualidad la simbología bíblica de este número— hasta llegar a un hotel llamado Vía Láctea, decorado con dibujos y claves que parecen inspirados por la mente de un joven Lennon embebido, entre una canción y otra, por la Alicia de Lewis Carrol.
   Veintisiete letras tienen los músculos de este animal y está pidiendo a gritos jugar al scrabble con nosotros.

¿Qué pude hacer para encontrarme rodeado, de repente
de todas esas mujeres embarazadas?

Oh, pariturae te salutant.

Sumerjo todo lo que digo en amukina.

Mi amor se hace su cola de cometa,
quiero decir su cola de caballo,
de caballo estelar.

Poco a poco y a trompicones, pero sí:
allí hay un poema.

Delgado como el pan que aún no existe,
ella se calla lo mejor.

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