Atópica de Álvaro Giménez García.
Cójanse, por ejemplo, un par de patrones en ruinas como
la virilidad y la feminidad, la mitología derrumbada del carpe diem, un asunto
inabordable por desgaste de siglos como el furor amoris, la magia obsoleta del
beatus ille, la inutilidad del locus amoenus, la leyenda retorcida del vita
somnium, la obviedad del tempus fugit y la constatación imperecedera del
vanitas vanitatum. Agítese todo ello con una doblez precisa y una guasa de lo
más saludable. Et voilà! El tópico hecho humo.
DIAGNÓSTICO PRECISO
DEL ALMA MASCULINA
Hoy me has
presentado a tus amigos
y, entre risas, he
visto el alma de cada uno.
Julián, —mi amigo
de infancia, me has dicho—
me ha ofrecido una
amplia sonrisa,
tan grande como sus
ansias de comerme
el escote.
Andrés, —el
intelectual, decías con sorna—
enrocado en sus
reflexiones sobre la vida y la muerte,
no dejaba de emitir
miradas a mi espalda
con las que ha
aprehendido
cada centímetro de
mi culo.
El mejor, sin
embargo, ha sido Pedro —Pedrito para ti—.
Pedrito no me ha
dicho apenas nada,
(un tenue hola,
¿qué tal?).
Como un médico,
me ha escaneado
desde el pecho
hasta los muslos,
hostigando
concienzudamente
el centro de mis
nalgas
y el epicentro de
mis piernas.
Como un relamido
latin lover
me ha susurrado
algunas cosas al oído
cuando tú no estabas.
Yo,
sin entenderlas,
igual que una niña
tonta de las discotecas de fin de semana,
le he sonreído y él
no ha dudado en
hacerse el encontradizo
y en rozar su
cuerpo con el mío,
con cara de hacerme
un favor.
Seguro que tú lo
has visto.
Seguro que tú lo
esperabas.
Seguro que estás
orgulloso de que tus amigos
celebren como
machos
la presa femenina
que has escogido...
Llega la hora de la
despedida, el a ver si nos vemos,
los besos de
azafata recatada y cumplida.
Me coges del brazo
y salimos lentamente del bar.
Para no
defraudarte, y
a sabiendas de que nos miran, de que me
miran,
meto tu mano en mi pantalón
y la engancho
al fino
borde
de
mi
tanga.
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