Caballería roja de Isaak Bábel.
Anda que no le costó en su momento a
Bábel sufrimiento la recepción de este libro por parte de la crítica soviética.
También sufrió lo suyo Gorki, su protector, que tuvo que defenderlo
incansablemente ante el ataque de los que consideraban Caballería roja unos relatos de nulo “romanticismo” revolucionario.
Es importantísimo a nivel ético y
político el hecho de que Bábel fuese torturado y fusilado en la Gran Purga de
Stalin, acusado de espionaje y terrorismo contra el gobierno —risa oscura de
fondo—, pero algo ventajoso debía tener el paso del tiempo, que afortunadamente
echa lejía sobre los contextos socio-políticos en la biografía del mundo, liberando
al remoto lector de tanta toxicidad histórica. Para eso existen ya los fieros investigadores,
analistas o eruditos que disfrutan tanto revolcándose en la dialéctica de
datos, compitiendo en el rencor para ver quién tiene la última palabra que
satisfaga su autocomplacencia.
No, no estoy hablando de que se tenga
que hacer una lectura cándida e inmaculada, sino de conseguir sortear el hielo,
el polvo y las piedras de sus anillos para explorar la médula de Saturno.
Veo Caballería
roja como un excelente trabajo literario de reporterismo. Bábel hizo lo que
tenía que hacer para su retrato bélico: introducirse en el regimiento cosaco
del Ejército Rojo, adoptando el pseudónimo de soldado Liutov, trasunto del
autor, protagonista o testigo presencial de los treinta y cinco relatos
dramáticos. Trasciende la tirantez de su estilo, la sequedad y escrupulosidad
de su expresión, la naturalización de la tragedia que nos está contando sin
calificar, porque ya se valora sola en su misma incongruencia destructiva: traiciones,
violencia animal, erotismo de urgencia, golpes en la cara, ternura,
degollaciones, compañerismo, robos, patriotismo demencial, canciones
folclóricas contra el dolor, hambre, enfermeras piadosas, acuchillamientos, tiros
en la cabeza, solidaridad, persecuciones, abusos jerárquicos, sexuales, compasión,
miserias constantes entre los mismos soldados, heroicidad, hostilidad
antisemita...
Los cosacos, para quienes los caballos
lo eran todo, eran hombres con muchas necesidades económicas, severos,
incorrectos, aunque también abnegados, afectivos, con aspiraciones de justicia.
Su crueldad y su brutalidad contra los polacos no tenía doblez. Era así. ¿Debía
ser así?
Caballería
roja no destaca precisamente por su épica, más bien por amasar lo rutinario,
lo bestial, lo candoroso y lo bárbaro en la voluntad de hombres y mujeres en
guerra.
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