30/12/2018


   Caballería roja de Isaak Bábel.
   Anda que no le costó en su momento a Bábel sufrimiento la recepción de este libro por parte de la crítica soviética. También sufrió lo suyo Gorki, su protector, que tuvo que defenderlo incansablemente ante el ataque de los que consideraban Caballería roja unos relatos de nulo “romanticismo” revolucionario.
   Es importantísimo a nivel ético y político el hecho de que Bábel fuese torturado y fusilado en la Gran Purga de Stalin, acusado de espionaje y terrorismo contra el gobierno —risa oscura de fondo—, pero algo ventajoso debía tener el paso del tiempo, que afortunadamente echa lejía sobre los contextos socio-políticos en la biografía del mundo, liberando al remoto lector de tanta toxicidad histórica. Para eso existen ya los fieros investigadores, analistas o eruditos que disfrutan tanto revolcándose en la dialéctica de datos, compitiendo en el rencor para ver quién tiene la última palabra que satisfaga su autocomplacencia.
   No, no estoy hablando de que se tenga que hacer una lectura cándida e inmaculada, sino de conseguir sortear el hielo, el polvo y las piedras de sus anillos para explorar la médula de Saturno.




   Veo Caballería roja como un excelente trabajo literario de reporterismo. Bábel hizo lo que tenía que hacer para su retrato bélico: introducirse en el regimiento cosaco del Ejército Rojo, adoptando el pseudónimo de soldado Liutov, trasunto del autor, protagonista o testigo presencial de los treinta y cinco relatos dramáticos. Trasciende la tirantez de su estilo, la sequedad y escrupulosidad de su expresión, la naturalización de la tragedia que nos está contando sin calificar, porque ya se valora sola en su misma incongruencia destructiva: traiciones, violencia animal, erotismo de urgencia, golpes en la cara, ternura, degollaciones, compañerismo, robos, patriotismo demencial, canciones folclóricas contra el dolor, hambre, enfermeras piadosas, acuchillamientos, tiros en la cabeza, solidaridad, persecuciones, abusos jerárquicos, sexuales, compasión, miserias constantes entre los mismos soldados, heroicidad, hostilidad antisemita...
   Los cosacos, para quienes los caballos lo eran todo, eran hombres con muchas necesidades económicas, severos, incorrectos, aunque también abnegados, afectivos, con aspiraciones de justicia. Su crueldad y su brutalidad contra los polacos no tenía doblez. Era así. ¿Debía ser así?
   Caballería roja no destaca precisamente por su épica, más bien por amasar lo rutinario, lo bestial, lo candoroso y lo bárbaro en la voluntad de hombres y mujeres en guerra.

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