22/12/2018


   Estancia de sombras de Isabel Fresco Otero.

LOLA

Junto a ese árbol, en la acera
murió una mujer esta mañana.
Ya nadie lo recuerda.
En seguida acudió el servicio
de limpieza urbana,
y escondió a la muerta
bajo una manta
verde
como la esperanza.
Por unos instantes se hizo un corro
de curiosos que no la conocían
de nada,
y se enteraron de que salió planeando
en camisón y bata
desde su ventana.
Ya nadie lo recuerda.
Y los perros orinan en el árbol
Como si nada.





   Destaco la elaborada sencillez de la autora en ‘Lola’ y otros poemas para lastimarse combatiendo cuerpo a cuerpo con la sangre que salpica el contexto; la lúdica docente y el sustrato literario de Eliot, Pessoa, Bécquer, San Juan de la Cruz, así como la magia submarina de la lengua gallega, que forja un epílogo de peces, mamíferos e insectos («Ficaréi pequeñina / como un saltón no medio do maínzo, / mirando os gallos como sinais / distorsionados / polo tempo»); su didáctica amatoria ovidiana —«Amarte es ir hablando por la calle / de algo no demasiado serio»— y una estrofa acusatoria del tríptico ‘Pioneros de un tiempo futuro’, que agarra en segunda persona a una sociedad infantil de las solapas y la sacude para que espabile:

La ignorancia os ha convertido en espías parásitos,
en enjambres de insectos que solo sirven
para morderse y engordar
en el festín linfático.
No quisisteis oír la verdad ni arriesgar los placeres,
ni aceptar el dolor; preferisteis ser
menores de edad por tiempo indefinido
y no sabéis luchar como guerreros.

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