2/10/2018


   Tu futuro empieza aquí de Isaac Rosa y Mikko.
   Plano general del paisaje socioeconómico hispánico. El desánimo cunde en millones de jóvenes estudiantes y aspirantes a trabajadores españoles que, se supone, han de ser el porvenir de su patria, la cual anda desde hace diez años igual o peor que la Inglaterra de los setenta a la que los Pistols cantaban eso de «¡No hay futuro para ti!».
   El virus está totalmente extendido. Les dijeron que si querían, podrían. Mentira de las gordas. Y con regalo, ya que los medios de comunicación les han colocado una etiqueta inmejorable, en el peor de los sentidos: “ninis”.
   Mikko dibujando en su estudio e Isaac Rosa escribiendo al teclado, dan forma en esta novela gráfica al martillazo que merece esa injusticia sobre el colectivo juvenil asediado, enfocando el objetivo al plano de una familia corriente, de un chico cualquiera que, alentado por la brillante idea de su hermana, va a vivir una aventura real, digital, mediática y reflexiva alucinante. En primer lugar, penetrando en las fuentes primarias de su desazón, su renuncia por agotamiento. El abismo moral entre generaciones tampoco ayuda cuando los ánimos a la juventud están construidos de expresiones convencionales como “ya verás como al final te sale algo y tiras para adelante” y demás golpecitos en la espalda que hunden más en la abulia. En segundo lugar, informando con datos en la mano sobre educación y horizontes laborales, en los que suele salir el nombre de Finlandia cinco veces por minuto.




   ¿Qué tenemos? Tres puertas de salida:
   1ª) Paro.
   2ª) Trabajo efímero o de calidad subterránea.
   3ª) Marcha al extranjero.
   Y, de repente, ¡pum!, el martillazo, la crema de la novela —no adelantaré nada, no hay peligro— que coge la dirección hacia un raro activismo de ataque altruista y defensa que imanta la comprensión de la misma sociedad que escupía sobre los “ninis”.
   Isaac Rosa nos tiene mal acostumbrados porque sabe inventar hazañas contra el determinismo, una tras otra.
   Sí, hablamos de ficción, pero qué bienvenida merece la valentía cuando nadie ya la espera.

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