26/12/2018


   Un acuario de Jeffrey Yang.
   Diez años después de su publicación en inglés, se traduce al español, de la mano de Jordi Doce y la editorial La Garúa, esta variada selección marina tan real como extraordinaria. ¡Aleluya!
   Un despliegue de bestiario acuático ordenado alfabéticamente, escrito con exaltación inspirada y taxonómica. El observador de este acuario tiembla con la gracia narcótica y engañosa de la anémona, la visión onírica del hipocampo, el retrato crítico-paródico de un país-gamba que es ‘EEUU’, la función de la esponja o la estrella de mar en el ecosistema:

En realidad,
ninguna esponja es un parásito salvo
que sea humana. Entonces no purifica sino que
marchita el mundo.

[...]

las estrellas
de mar no tienen cerebro ni corazón.
Tal vez son puro intelecto del
alma pura coincidencia puro
sentimiento aferrándose a las rocas del Paraíso.
Lejos del agua viva el alma se deseca.




   Tarpones, riftias, rémoras, celacantos, pejepuercos, manatíes u orcas se mueven sumergidos con pensamientos filosóficos, políticos y estéticos sobre Garibaldi, Aristóteles, Google, Saavedra Fajardo, Ezra Pound... De este último me atrevería a decir que hay bastante huella en Jeffrey Yang, conforme a la cantidad de sutilezas mitológicas, la apoyatura en citas religiosas, los aforismos mullidos de datos científicos e históricos, el vasto conocimiento como restregado con adormidera o el constante juego lingüístico transgresor.
   Dentro del tono punzante del libro, sorprende (o ya no tanto) encontrarse una defensa del budismo sin viso alguno de burla, un canto a la liberación idílica del yo en ‘Ballena blanca’ o ‘Visnú’, una pasión orientalista que atiende desde la tortuga Chi o el pez Zhi a escritores chinos de las dinastías Tang, Song, Han y Jin como Qian Qi, Jiang Kui, Ying Shao o Guo Pu.
   El autor californiano remata con un largo poema final en impresión horizontal, ‘Zooxanthellae’, que semeja un informe académico analizando el impacto de destrucción que las pruebas nucleares reparten en el medio ambiente.
   La metáfora chillando tras el grueso vidrio laminado.
   Y nosotros mirando.

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