19/12/2018


   Volver a brindar con extraños de Noelia Illán Conesa.

Cuando el anciano poeta la llamó,
se levantó una contundencia perfecta,
aplastando como Atila todo a su paso.
Dejó el cigarro mal apagado en la cerámica negra
y agarró su libro con fuerza, sin alzar la vista.
Se olía a miel y a verde entonces.
Cantó como cantaba Homero las gestas,
y luego arrancó sin más una página escrita.
Del mismo modo, segura de sí, firme de fuste,
volvió a su sitio, ignorante de aplausos y risas.
Ahí deseó besarla, dice.
Ahí quiso tocar su tatuaje.
Luego, la historia continuó fuera de escena.

   A partir de ahí, poemas de sensualidad y conflicto, de espera y ansiedad adolescente, «el vino por el suelo y en la boca». Alta frivolidad.


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