2/6/2019


   Monstruas y centauras de Marta Sanz.
   He llegado a este ensayo porque disfruté su novela Farándula y sentía curiosidad por cómo defiende Marta Sanz su prosa al desarrollar ideas propias sobre el presente colectivo, al abordar el centauro de los géneros literarios —Alfonso Reyes dixit—, los peligros de la escritura urgente, más aún tratándose del delicadísimo tema de los nuevos lenguajes del feminismo.
   Acabo de terminarlo. Con nulo ánimo de debatir o llegar a cualquier tipo de conclusión, me ha gustado ese tú a tú de Marta Sanz con lectores similares a mi perfil, cuya educación literaria, y por tanto política, es muy parecida a la de la autora, ya que somos, año arriba o abajo, de casi la misma generación, criados ya en la democracia española. Sí, he dicho democracia, que no se me altere ningún apocalíptico sabelotodo.
   Me encanta el estilo, el carácter expresivo de Monstruas y centauras. Da gusto leer un ensayo con la pulsión de un hilo narrativo, viviendo un bombardeo de información cruzada con pensamiento y opinión que mantiene fresca cada página.




   Intento imaginar mi vida si hubiese nacido mujer (lo hago y lo hacemos muchos hombres a los que nos preocupa este asunto), observar el mayor número posible de detalles en la cotidianidad de la mujer occidental y me identifico muchísimo con el repaso social y la autodescripción hecha en el primer capítulo por Sanz, titulado ‘Realidad: 8 de marzo’. Como siempre, se enciende la primera alarma con el filtro ideológico y sus consecuentes diferenciaciones. Por ejemplo, en un mismo párrafo asiento sustantivamente y me decepciono adjetivalmente. Copio: «Hoy aún quedan muchísimas razones para seguir siendo feminista». Claro. Totalmente de acuerdo. Y en la educación (familia, escuela, medios de comunicación y culturales) es donde está la base, donde hay que trabajar duro. Ahí vamos de la mano. E inmediatamente escribe «tal y como se deduce de la lectura del documento ‘La precariedad laboral de las mujeres en la crisis y su recuperación’, elaborado por José Daniel Lacalle, de la Fundación de Investigaciones Marxistas». ¡Pum! Ya llegó el temita. Más adelante, en el capítulo dos, declarará: «soy de esas feministas que no saben separar el patriarcado del capitalismo». Y ya no te decepciona, porque hace unas cuantas páginas que has desconectado del punto de vista ideológico desde el que desea expresarse la autora. Mi condición de pequeño-burgués occidental —de la que no quisiera salir, sino sumar a cuanta más gente, mejor— me impide asociar el patriarcado con el capitalismo. En mi ilusión social de llegar a la más avanzada conciencia desprejuiciada e igualdad de derechos de la mujer y el varón, el capitalismo moderado seguiría existiendo. 

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