13/5/2019


   La rebeldía de María Antonia Ortega.
   Sólo por incluir este verso anagramático glorioso (Adán y Eva: Nada y Ave) me interesa la poesía de Ortega.
   Creo que llego con retraso a su obra, aunque más vale tarde que nunca. No conocía a esta autora, pero veo que me había perdido a una escritora cuya trayectoria se ha instalado ya claramente en la provechosa madurez. Lo digo por la sencillez maestra y alegórica con la que el libro conversa con la Filosofía, le pregunta a la Vida, a la Soledad, a la Naturaleza, cabreada con la Sociedad. Todas tienen nombre propio y, por tanto, mayúscula obligatoria y deliberada.




La otra orilla está en sombra,
y es oscura
como la calle de una ciudad pequeña
del Sur, hacia donde dan
bazares, recreativos
kebabs, peluquerías,
tiendas de alimentación,
barberías para inmigrantes y desplazados.
Y están sentados a la puerta
y son bellos.
¿Por qué inactivos?
¿La pobreza,
si modestia,
la marginalidad,
será también distinción,
aristocracia?
Sabios,
amables y muy buenos conversadores.
Y sus ropas muy vistosas,
a veces de blanco espectral.
Y miran:
—Miraron mucho,
se dirá de ellos
el día que se les recuerde con gran júbilo.
Pero a ellos nadie ve,
como los jóvenes a los viejos,
o por lo menos tal como son.
El anonimato adelanta incluso muchas veces
a la clandestinidad,
y llena las calles de flores
como en el Corpus Christi
de nuestra infancia.
¿Serán nuestros testigos?
¿Estarán también entre ellos
los escritores?
¿Serán citados para desvelar
el último día
la historia real
de la humanidad?
Y sin embargo
tendrán la clemencia
de los que han sufrido mucho
en su espíritu:
“y la desdicha suprema
ha tocado la parte más pura
de su alma”,
como dijo Simone Weil.
Su humildad
parece la visión
de la desnudez más turbadora,
y desarmará
a los corazones soberbios:
“Ve, pues, sin otro adorno,
perfume, perlas, diamante,
que tu delgada desnudez,
¡oh, belleza mía!”,
pidió Baudelaire.
Y la venganza será,
como siempre ha sido,
innecesaria en su esencia.
No conozco ninguna útil,
y que no fuese cruel.
Pues no habrá vez que la venganza
no sea estéril,
como los padres
que matan a sus hijos.

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