He acabado de leer un número de la revista Litoral titulado Poesía italiana contemporánea. Inicialmente me confundí con el título, el adjetivo “contemporánea” del
monográfico me hizo pensar en “actual”. Al abrir las primeras páginas y
encontrarme poemas de Leopardi, sentí una leve decepción, que se diluyó conforme
avanzaba entre poetas decimonónicos que desconocía. Hago una selección de la
selección, certeramente traducida por Horacio Armani.
SAN MARTÍN DEL CARSO
De estas casas
no ha quedado
más que algún
fragmento de muro
De tantos
que me amaban
no ha quedado
ni eso siquiera
Pero en el corazón
ninguna cruz ya falta
Mi corazón
es el país más desgarrado
GIUSEPPE UNGARETTI
FELICIDAD lograda, caminamos
por ti sobre un filo de espada.
Para los ojos eres resplandor que vacila;
para el pie, tenso hielo que se raja;
que no te toque, pues, quien más te ama.
Si llegas a las almas invadidas
de tristeza, iluminándolas, tu mañana
es dulce y turbadora como nidos en las
molduras.
Mas nada paga el llanto de ese niño
cuyo globo se escapa entre las casas.
EUGENIO MONTALE
POESÍA
En cada alegría breve y pura percibo mi
peligro.
Círculo cerrado a todo ser es el amor que lo
sostiene.
Tiendo a esta duda entera, a una prohibición
en la que pueda
asir la sospecha y la lisonja de mi
movimiento.
Universo que me espacia y me aísla, poesía.
ALFONSO GATTO
AL ALBA
Estaban obligados,
todos,
a seguirlo, era el
único
que tenía una
linterna.
Pero al alba
todos se fueron
esfumando
como la niebla.
Todos.
Unos aquí, otros
allá.
(Hubo también quien
tomó,
parece, una ruta
falsa.
Quien se despertó.
Es fácil.)
Oh libertad,
libertad.
GIORGIO CAPRONI
ITALIA
Es una mujer que
tiene el corazón al Sur
pero el vestido es
lujoso, ropa del Norte.
Hombres de negocios
la cortejan, a merced
de gente de mano
rápido ha perdió
la sonrisa, su bello
cuerpo manchado
yace abandonado
entre las lápidas.
La consagran todavía
Señora
con el manto azul
del cielo para la foto
de familia, le hacen
corona
gobernantes y curas,
inmóviles
en sillones.
Ya no es más nuestra
madre
avara de hijos da a
luz desastres;
a pesar del
estruendo incesante
de los motores los
golpes son claros,
le están preparando
un largo ataúd.
NELO RISI
EL SUEÑO DEL DÍA DE
LOS TREINTA AÑOS
El sol destruye y
da, el sol
sabe perderse, ama
todo, y sin
amor, sin piedad,
sin sentir
nada más que su
propia expansión:
el sol sabe volver,
alza los primeros
silbidos entre los
árboles del parque, llega a las ventanas
cerradas con manos
trepadoras. Es negligente
y silencioso,
brutal, pero también es pródigo,
delicado,
resquebraja, desflora, incendia, pero
sabe disolverse en
el cuello de una campánula. Destruye y
da, es liviano e
inmenso, sabe volver
es célibe como el
mar, individual, estéril.
Yo que tengo treinta
años, que no puedo más
crecer, que no sé
volver, elijo
palabras para ser el
dios del sol—
yo flor, yo piedra,
yo luz, para dar
el don liviano e
inmenso del
poema
GIUSEPPE CONTE
BELLEZA
El campo de trigales
es tan bello
sólo porque están
dentro
las flores de
amapolas y de arvejas;
y tu pálido rostro
porque hacia atrás
lo inclina apenas
el peso de la larga
trenza.
CORRADO GOVONI
LA CABRA
Hoy le he hablado a
una cabra.
Sola estaba en el
prado, estaba atada.
Harta de hierba, mojada
por la lluvia,
balaba.
Aquel balido constante
era fraterno
a mi dolor. Y yo le respondí,
primero
por broma, después
porque el dolor es eterno,
tiene una voz, no
cambia.
Esta voz la sentía
gemir en una cabra
solitaria.
En una cabra de
rostro semita
sentía quejarse todo
mal ajeno,
toda ajena
existencia.
UMBERTO SABA
LAS MUJERES
Hubo mujeres serenas
con claros ojos,
infinitas
en su silencio
como las comarcas
llanas donde corre
un río;
hubo mujeres bajo
luces
de oro émulas del estío
y del incendio,
similares a las mieses
lujuriosas
que la hoz no ha
rozado
pero devora el fuego
de los astros bajo
un cielo cruel;
hubo mujeres tan
leves
que una palabra
las volvió esclavas
como copa invertida
aprisiona a una
abeja;
hubo otras con
pálidas manos
que disiparon duros
pensamientos
silenciosas;
y otras con manos
exiguas
y flexibles, cuyo
lento
juego parecía
insinuarse
dividiendo las venas
como hilos de urdimbre
tintas de
ultramarino;
otras pálidas, laxas,
devastadas por besos,
resecas por amor
hasta la médula,
confundido el ardiente
rostro entre los
cabellos,
con las narices como
intranquilas aletas,
con los labios como
palabras
pronunciadas,
con los párpados como
las violetas.
Y hubo más todavía,
y maravillosamente
yo las he conocido.
Conocí el cuerpo
desnudo
ante la voz, la risa,
el paso y el
perfume. El sonido
de un paso nunca
oído
me volvió ansioso
como música que se
oye
filtrarse en el
remoto
cuarto por cerradas
puertas
de tanto en tanto, y
el corazón ansía.
¡Hermosas bocas, yo
dije ya vuestras
virtudes, yo os
alabé diversas
como surgente
de la tierra, como
las lluvias
de las estaciones!
GABRIELE D’ANNUNZIO
LA ENCINA CAÍDA
Donde estaba su
sombra, yace hoy muerta
la encina, ya no riñe
con las ráfagas.
La gente dice ahora:
¡Qué grande era!
Cuelgan aquí y allá
sobre su copa
pequeños nidos de la
primavera.
La gente dice ahora:
¡Era tan buena!
Todos elogian, todos
cortan. Tarde,
con su haz pesado
cada cual se va.
En el aire hay un
llanto... Una curruca.
que busca el nido
que no encontrará.
GIOVANNI PASCOLI
NEVADA
Lenta cae la nieve
por el cielo grisáceo; gritos,
sones de vida ya no ascienden
desde la ciudad.
ni el vocear de la
verdulera ni el rodar de algún carro,
ni la canción de
amor alegre y siempre joven.
Desde la torre de la
plaza broncas en el aire las horas
gimen como suspiros
de un mundo distante del día.
Pájaros vagabundos
golpean los vidrios empañados: fantasmas
amigos han vuelto,
me contemplan, me llaman.
Muy pronto, amados,
pronto cálmate, corazón indomable
descenderé al
silencio, reposaré en la sombra.
GIOSUÈ CARDUCCI
EL PÁJARO SOLITARIO
Desde la cumbre de
la torre antigua,
pájaro solitario,
hacia los campos
lanzas tu canto
hasta que muere el día;
y se difunde su
armonía en el valle.
La primavera, en
torno,
brilla en el aire y
por los campos ríe,
tanto que al verla
se enternece el alma.
Oyes balar rebaños,
mugir bueyes;
otras alegres aves,
en bandadas,
trazan mil giros en
el libre cielo
celebrando su más
hermoso tiempo:
tú pensativo y
apartado observas;
ni compañía ni
vuelos:
no te importa
alegrarte, evitas goces;
cantas, y así
transcurres
la flor mejor del
año y de tu vida.
iAy, cómo se parece
a tu vivir el mío!
Solaz y gozo,
de la novicia edad
dulce linaje,
y amor, hermano de
la juventud,
suspiro amargo de
los días antiguos,
no me importan, no
sé por qué; de ellos
más bien huyo,
lejano;
casi solo y ajeno
a mi lugar natal
cruzo de mi vivir la
primavera.
Este día que ya cede
al crepúsculo
se suele festejar en
nuestro pueblo.
En el aire sereno
oyes campanas,
oyes a veces salvas
de fusiles
retumbando en lejanos
caseríos.
Ataviada de fiesta
la juventud aldeana
deja las casas y las
calles puebla;
y mira, y es mirada,
y se contenta.
Yo, solitario, en
este
apartado lugar,
saliendo al campo,
todo deleite y juego
dejo para otra edad;
y la mirada
tendida al aire
claro
me hiere el Sol que
entre lejanos montes,
después del día
sereno,
se disipa al caer,
como diciendo
que la dichosa
juventud se extingue.
Cuando tú llegues,
solitario pájaro,
a ese ocaso signado
por los astros,
no habrás de
lamentarte
de tu suerte, pues
fruto de lo creado
es cada anhelo
vuestro.
Y yo, si el
detestado
umbral de la vejez
evitar no consigo,
cuando no hablen mis
ojos a otras almas
y vacío sea el
mundo, el día futuro
más tedioso y
sombrío que el presente,
¿qué pensaré de tal
deseo?
¿Qué de estos años
míos, de mí mismo?
Ay, me arrepentiré,
y muchas veces,
ya sin consuelo,
volveré al pasado.
GIACOMO LEOPARDI
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