17/12/2019


   He acabado de leer un número de la revista Litoral titulado Poesía italiana contemporánea. Inicialmente me confundí con el título, el adjetivo “contemporánea” del monográfico me hizo pensar en “actual”. Al abrir las primeras páginas y encontrarme poemas de Leopardi, sentí una leve decepción, que se diluyó conforme avanzaba entre poetas decimonónicos que desconocía. Hago una selección de la selección, certeramente traducida por Horacio Armani.




SAN MARTÍN DEL CARSO

De estas casas
no ha quedado
más que algún
fragmento de muro

De tantos
que me amaban
no ha quedado
ni eso siquiera

Pero en el corazón
ninguna cruz ya falta

Mi corazón
es el país más desgarrado

GIUSEPPE UNGARETTI




FELICIDAD lograda, caminamos
por ti sobre un filo de espada.
Para los ojos eres resplandor que vacila;
para el pie, tenso hielo que se raja;
que no te toque, pues, quien más te ama.

Si llegas a las almas invadidas
de tristeza, iluminándolas, tu mañana
es dulce y turbadora como nidos en las molduras.
Mas nada paga el llanto de ese niño
cuyo globo se escapa entre las casas.

EUGENIO MONTALE




POESÍA

En cada alegría breve y pura percibo mi peligro.
Círculo cerrado a todo ser es el amor que lo sostiene.
Tiendo a esta duda entera, a una prohibición en la que pueda
asir la sospecha y la lisonja de mi movimiento.
Universo que me espacia y me aísla, poesía.

ALFONSO GATTO




AL ALBA

Estaban obligados, todos,
a seguirlo, era el único
que tenía una linterna.
Pero al alba
todos se fueron esfumando
como la niebla. Todos.
Unos aquí, otros allá.
(Hubo también quien tomó,
parece, una ruta falsa.
Quien se despertó. Es fácil.)

Oh libertad, libertad.

GIORGIO CAPRONI




ITALIA

Es una mujer que tiene el corazón al Sur
pero el vestido es lujoso, ropa del Norte.
Hombres de negocios la cortejan, a merced
de gente de mano rápido ha perdió
la sonrisa, su bello cuerpo manchado
yace abandonado entre las lápidas.
La consagran todavía Señora
con el manto azul del cielo para la foto
de familia, le hacen corona
gobernantes y curas, inmóviles
en sillones.
Ya no es más nuestra madre
avara de hijos da a luz desastres;
a pesar del estruendo incesante
de los motores los golpes son claros,
le están preparando un largo ataúd.

NELO RISI




EL SUEÑO DEL DÍA DE LOS TREINTA AÑOS

El sol destruye y da, el sol
sabe perderse, ama todo, y sin
amor, sin piedad, sin sentir
nada más que su propia expansión:

el sol sabe volver, alza los primeros
silbidos entre los árboles del parque, llega a las ventanas
cerradas con manos trepadoras. Es negligente
y silencioso, brutal, pero también es pródigo,

delicado, resquebraja, desflora, incendia, pero
sabe disolverse en el cuello de una campánula. Destruye y
da, es liviano e inmenso, sabe volver
es célibe como el mar, individual, estéril.

Yo que tengo treinta años, que no puedo más
crecer, que no sé volver, elijo
palabras para ser el dios del sol—

yo flor, yo piedra, yo luz, para dar

el don liviano e inmenso del
poema

GIUSEPPE CONTE




BELLEZA

El campo de trigales es tan bello
sólo porque están dentro
las flores de amapolas y de arvejas;
y tu pálido rostro
porque hacia atrás lo inclina apenas
el peso de la larga trenza.

CORRADO GOVONI




LA CABRA

Hoy le he hablado a una cabra.
Sola estaba en el prado, estaba atada.
Harta de hierba, mojada
por la lluvia, balaba.

Aquel balido constante era fraterno
a mi dolor. Y yo le respondí, primero
por broma, después porque el dolor es eterno,
tiene una voz, no cambia.
Esta voz la sentía
gemir en una cabra solitaria.

En una cabra de rostro semita
sentía quejarse todo mal ajeno,
toda ajena existencia.

UMBERTO SABA




LAS MUJERES

Hubo mujeres serenas
con claros ojos, infinitas
en su silencio
como las comarcas
llanas donde corre un río;
hubo mujeres bajo luces
de oro émulas del estío
y del incendio,
similares a las mieses
lujuriosas
que la hoz no ha rozado
pero devora el fuego
de los astros bajo un cielo cruel;
hubo mujeres tan leves
que una palabra
las volvió esclavas
como copa invertida
aprisiona a una abeja;
hubo otras con pálidas manos
que disiparon duros pensamientos
silenciosas;

y otras con manos exiguas
y flexibles, cuyo lento
juego parecía insinuarse
dividiendo las venas
como hilos de urdimbre
tintas de ultramarino;
otras pálidas, laxas,
devastadas por besos,
resecas por amor
hasta la médula,
confundido el ardiente
rostro entre los cabellos,
con las narices como
intranquilas aletas,
con los labios como
palabras pronunciadas,
con los párpados como
las violetas.
Y hubo más todavía,
y maravillosamente
yo las he conocido.

Conocí el cuerpo desnudo
ante la voz, la risa,
el paso y el perfume. El sonido
de un paso nunca oído
me volvió ansioso
como música que se oye
filtrarse en el remoto
cuarto por cerradas puertas
de tanto en tanto, y el corazón ansía.
¡Hermosas bocas, yo dije ya vuestras
virtudes, yo os alabé diversas
como surgente
de la tierra, como las lluvias
de las estaciones!

GABRIELE D’ANNUNZIO




LA ENCINA CAÍDA

Donde estaba su sombra, yace hoy muerta
la encina, ya no riñe con las ráfagas.
La gente dice ahora: ¡Qué grande era!

Cuelgan aquí y allá sobre su copa
pequeños nidos de la primavera.
La gente dice ahora: ¡Era tan buena!

Todos elogian, todos cortan. Tarde,
con su haz pesado cada cual se va.
En el aire hay un llanto... Una curruca.

que busca el nido que no encontrará.

GIOVANNI PASCOLI




NEVADA

Lenta cae la nieve por el cielo grisáceo; gritos,
sones de vida ya no ascienden desde la ciudad.

ni el vocear de la verdulera ni el rodar de algún carro,
ni la canción de amor alegre y siempre joven.

Desde la torre de la plaza broncas en el aire las horas
gimen como suspiros de un mundo distante del día.

Pájaros vagabundos golpean los vidrios empañados: fantasmas
amigos han vuelto, me contemplan, me llaman.

Muy pronto, amados, pronto cálmate, corazón indomable
descenderé al silencio, reposaré en la sombra.

GIOSUÈ CARDUCCI




EL PÁJARO SOLITARIO

Desde la cumbre de la torre antigua,
pájaro solitario, hacia los campos
lanzas tu canto hasta que muere el día;
y se difunde su armonía en el valle.
La primavera, en torno,
brilla en el aire y por los campos ríe,
tanto que al verla se enternece el alma.
Oyes balar rebaños, mugir bueyes;
otras alegres aves, en bandadas,
trazan mil giros en el libre cielo
celebrando su más hermoso tiempo:
tú pensativo y apartado observas;
ni compañía ni vuelos:
no te importa alegrarte, evitas goces;
cantas, y así transcurres
la flor mejor del año y de tu vida.

iAy, cómo se parece
a tu vivir el mío! Solaz y gozo,
de la novicia edad dulce linaje,
y amor, hermano de la juventud,
suspiro amargo de los días antiguos,
no me importan, no sé por qué; de ellos
más bien huyo, lejano;
casi solo y ajeno
a mi lugar natal
cruzo de mi vivir la primavera.
Este día que ya cede al crepúsculo
se suele festejar en nuestro pueblo.

En el aire sereno oyes campanas,
oyes a veces salvas de fusiles
retumbando en lejanos caseríos.
Ataviada de fiesta
la juventud aldeana
deja las casas y las calles puebla;
y mira, y es mirada, y se contenta.
Yo, solitario, en este
apartado lugar, saliendo al campo,
todo deleite y juego
dejo para otra edad; y la mirada
tendida al aire claro
me hiere el Sol que entre lejanos montes,
después del día sereno,
se disipa al caer, como diciendo
que la dichosa juventud se extingue.

Cuando tú llegues, solitario pájaro,
a ese ocaso signado por los astros,
no habrás de lamentarte
de tu suerte, pues fruto de lo creado
es cada anhelo vuestro.
Y yo, si el detestado
umbral de la vejez
evitar no consigo,
cuando no hablen mis ojos a otras almas
y vacío sea el mundo, el día futuro
más tedioso y sombrío que el presente,
¿qué pensaré de tal deseo?
¿Qué de estos años míos, de mí mismo?
Ay, me arrepentiré, y muchas veces,
ya sin consuelo, volveré al pasado.

GIACOMO LEOPARDI

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