Qué mundo tan maravilloso de Lola López Mondéjar.
Hay un fondo surreal
ligero en el relato ‘Pedid un deseo de amor’ con denuncia política
necesariamente dulcificada. La denuncia, de hecho, podría ser una de las
características principales de la narrativa breve de Lola López Mondéjar. La
insatisfacción normalizada en ‘Apoptosis’, las ingenuas percepciones de
viajeros burgueses occidentales observando un ambiente exótico en
‘Desconfianza’, el final abrupto que corta la armonía tropical en ‘El esqueleto
de las ballenas’ y acusa la realidad del feminicidio en muchos territorios del
planeta... Todo Qué mundo tan maravilloso
está impregnado de querellas literarias contra los muros de la convención.
Pero en lo que
ya se ha convertido una maestra Lola es en el manejo de las implicaciones
afectivas, el retrato psicológico de parejas y familias, que nos conecta con la
sensación de pertenencia a la raza y a la tierra. Ese dominio de las
comunicaciones conyugales o familiares se sublima en los relatos ‘Y si seguimos
queriendo hasta el final, ¿qué hacemos luego?’ y ‘Hay delfines rosas en el
Amazonas’, respectivamente. La familia como iglesia natural; la pareja como
genuino desafío.
El ron disminuía con la misma rapidez
en la botella como aumentaba entre los tres esa desconocida sensación de
euforia, de jocosa fusión etílica que provoca el alcohol; un cariño artificioso
que ella atribuía a la necesidad ancestral de los seres humanos de unirse. Al
principio todos los organismos se diferenciaron del mismo magma común; el deseo
de fusión no es más que la nostalgia de ese momento primigenio que el alcohol
rememora. Mayte pensó que necesitaba beber más a menudo, se sentía generosa y
llena de amor.
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