Stravinsky en el Birdland de Natxo Vidal.
Suena el
fraseo jazzístico en ‘Mendoza’, leemos gore
lírico en ‘El número estrella de la noche’ y el relato ‘Crímenes’ cuelga en
este libro su broche policíaco. La crítica política, moral o artística fundida
en humor erótico en ‘Manifestación’, ‘Si se me caen los dientes’ o ‘La apuesta’
es algo que Natxo Vidal ha sabido expresar ya algunas veces en su poesía,
también el humor blanco y colorista, como en ‘Señales soñadoras’ o el absurdo
naïf en ‘El experimento’. La creación del humor puede nacer, a veces, de la
tragedia, de la soledad, de la tristeza provocada por la desaparición de un ser
amado, como en ‘Envidiosos’.
Trata el
franquismo intrafamiliar mirado con ojos infantiles en ‘Una buena persona’ y retrata
una imagen de gran belleza emocional en ‘San Michele’; así también en ‘Océano’,
en el que parece escucharse ‘Alfonsina y el mar’ meciendo cada párrafo. ‘Después
del terremoto’ nos sirve como manual de resistencia enumerando una serie de
preguntas científicas y filosóficas.
‘Stravinsky en
el Birdland’ parece un cuadro picassiano de rombos que encajan a la perfección
conforme se sucede la narración, y ‘Ochocientos kilómetros’ una metáfora de la
corrupción, una trama terrorífica esquematizada, mar adentro, que te eriza el
vello.
Un notable bautismo
en la narrativa breve.
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