11/6/2019


   He leído Espacio transitorio de José Luis Zerón Huguet.

REGRESO EN EL TREN DE CERCANÍAS

El malva y el rojo pugnan por sobrevivir al fulgor de chatarra del cielo.
La luz solar es un pétalo marchito en el turbio hondón del poniente.
En las laderas de los montes empiezan a iluminarse las urbanizaciones.
Los coches pasan fundidos en dorados destellos.
Pasan los almacenes encendidos.
Pasan las zonas residenciales y las periferias sombrías.
La distancia extiende sus brazos en una huida.
Todo bulle.
Todo se esfuma en un parpadeo.
La belleza del anochecer exalta y no serena;
es víctima del tiempo,
ávido de materias fugaces,
contra el que nada puede
la siderurgia del lenguaje.
Sondeo a través de la ventanilla la oquedad del mundo
y trato de agarrar in extremis la raíz del resplandor.
Mi vecino de asiento mira la pantalla de su portátil.
Ambos nos ignoramos y nos acechamos.
Tengo claro que estas iluminaciones no dejarán rastro en mi memoria.
Sé que esta sucesión de imágenes en el cristal va a desaparecer,
ya, ahora mismo, en los sumideros del tiempo
para que la noche crezca y eleve sus dinteles.
Pero sigo aplacando la sed bebiendo de la llama.
Otro viaje más. Otro regreso.
El resplandor aún me ciega y es sólo un señuelo.
que me ofrece lo extraño del primer día
y me lo quita de inmediato.
Con qué diligencia esta fábrica fugaz me hechiza
y me arrebata de la confusión de rostros y voces anodinos
y me conduce a ese lugar hospitalario que la imaginación ambiciona,
a ese lugar tan mío y tan remoto.
Me arrebata el hágase de voz en vilo y eco de nada
para devolverme al aquí y ahora y sus primacías
dejándome la ceniza de un cielo que ya ha ardido.
Veo los neones rojos de la intermodal.
El viaje ha terminado
y nada ha sucedido sino un resto de embriaguez de luz en mis ojos
y la magia de seguir siendo en el magma nocturno.



Comentarios