27/1/2020


   De Esther Pérez-Cuadrado, aunque es paisana, nunca supe hasta hace un año o dos. Nos conocimos una tarde de sábado invernal en la librería La Montaña Mágica. Yo presentaba a un dúo formado por el poeta José Manuel Gallardo Parga y el músico Juan Fernández Fernández. Ese día los habituales asistentes a los recitales de La Montaña se habían disipado, por una razón u otra. A veces pasan estas cosas. El caso es que Esther quedó como la única espectadora del acto y la función se hizo únicamente para ella. Como era de esperar en estas situaciones extrañas y extremas, José Manuel y Juan estuvieron espectaculares.
   Al pasar los meses, Esther se convirtió en una habitual de la librería, en alumna de mi taller de escritura en la UPCT y en una amiga especial de mirada picante, herida y curiosa a la vez. Supe que había trabajado media vida en Madrid antes de quedarse viuda, que recién había regresado a la patria marina de Cabo de Palos y descubrí su vocación de ilustradora que, alineada con su tendencia lírica y simpática, ha dado frutos como su álbum Me encanta mi vecina.

La vida primero,
ni la gallina
ni el huevo.



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