5/1/2020


   Acabo de terminar de leer la cuantiosa antología Una gravedad alegre de Armando Romero. Es un festín que refresca y anuncia lo que es y lo que va a dejar para mañana la América dispersa que escribe en español. No he podido evitar detenerme en estos seis poemas.

 

YA NO

ya no voy a tener 28 años
no voy a ser bella y distante
no tendré nunca los pies derechos
la cara sin manchas
ni las lenguas que dejé de aprender.
ya no voy a tener una hoja de hiedra
buena salud y serenidad
y no seré jamás María Egipcíaca
ni la primera mujer de nadie
ni voy a patinar y quitarme defectos
como se quita uno mariposas.
ya de verdad no voy a tener estos domingos
sus lunas menguantes
ni la velocidad al caminar en los paisajes:
ni buena vista ni corazón ardiente
ni mi padre y mi hermano volverán.
yo no voy a tener tus cartas con lluvia
ni premoniciones ni saltos en el vientre.
no voy a tener un ombligo pequeño
donde nos sentábamos a mirar.
no aprenderé los nombres de los árboles
dónde me queda el sur la inmensidad
ya no sabré jamás las estrategias
cómo poner los rumbos en la brújula
ya nadie me va a quitar las equivocaciones
ni las cosas que amé
ya no
pero.

REINA MARÍA RODRÍGUEZ
(La Habana, 1952)




LOS COLUMPIOS

Los columpios no son noticia,
son simples como un hueso
o como un horizonte,
funcionan con un cuerpo
y su manutención estriba
en una mano de pintura
cada tanto,
cada generación los pinta
de un color distinto
(para realzar su infancia)
pero los deja como son,
no se investigan nuevas formas
de columpios,
no hay competencias de columpios,
no se dan clases de columpio,
nadie se roba los columpios,
la radio no transmite rechinidos
de columpios,
cada generación los pinta
de un color distinto
para acordarse de ellos,
ellos que inician a los niños
en los paréntesis,
en la melancolía,
en la inutilidad de los esfuerzos
para ser distintos,
donde los niños queman
sus reservas de imposible,
sus últimas metamorfosis,
hasta que un día, sin una gota
de humedad, se bajan
del columpio
hacia sí mismos,
hacia su nombre propio
y verdadero, hacia
su muerte todavía lejana.

FABIO MORÁBITO
(Alejandría, 1955)




ENRIQUEZCA SU VOCABULARIO

Ve al diccionario rescata
la palabra “íngrimo” y me avisas.
¿Volviste? A esta hora
están matando un gallo en Senegal
óyelo bien
le están cortando el cuello
a un gallo que no eres tú
no te importa su nombre
sin nombre un gallo
pudo ser hombre
el destino es extraño
y tiene plumas
cacareaba, sí
pero, ¿qué sabes?
¿Tú qué sabes
del gallo
de la sustancia que alza
dentro?
¿Conoces el principio
azul del músculo
la estatura ciega
ósea?

Pudo ser hombre
sufrió en dos patas
como cualquiera
en Senegal.

Lo matan. Ya sabes
la cáscara
deja la llaga
del gallo humano salir
gotea cortado
el cuello
el hombre puro
del gallo
la desolación
deja un desierto en la madrugada
hace un agujero en la luz
el picotazo negro
de la muerte
gallina
la mañana.
El gallo
en el hombre.

Ahora dime:
¿Qué significa “íngrimo”?

RAFAEL COURTOISIE
(Montevideo, 1958)




 BUENOS VECINOS

Sé que tras esta pared
mi vecina escucha lo que pienso.
Por eso pienso en voz baja
sin comprender del todo lo que digo.
Incluyo que la imagino desnuda,
sola sobre su cama,
pensando en lo que pienso tras la pared.
Tampoco yo alcanzo a escuchar
lo que ella piensa.
Lo hace bajito,
como yo, entre las sábanas.

ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA
(Caracas, 1962)




TOILETTE

Los hombres orinan el borde
nosotras

el fondo.

NURIA ESTÉVEZ
(Puerto Padre, 1971)




VENECIA

Quisiera capturar en vida tu imagen,
guardarla en la galería de mi mente,
desenterrarte del lugar donde te has refugiado
mientras aumenta cada día tu esplendor
y voy ciega a tu existencia.
Eres como un velo tendido sobre la arena,
toda transparencia y gravedad.
Pareces tan tenue, tan serena,
tan desnuda de todo
salvo de tu gracia.
Me pregunto al contemplar las imágenes
grabadas en la laguna,
cuál es la ciudad real y cuál es su reflejo.

LAUREN MENDINUETA
(Barranquilla, 1977)

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