Acabo de terminar de leer la cuantiosa
antología Una gravedad alegre de
Armando Romero. Es un festín que refresca y anuncia lo que es y lo que va a
dejar para mañana la América dispersa que escribe en español. No he podido
evitar detenerme en estos seis poemas.
YA NO
ya no voy a tener 28
años
no voy a ser bella y
distante
no tendré nunca los
pies derechos
la cara sin manchas
ni las lenguas que
dejé de aprender.
ya no voy a tener una
hoja de hiedra
buena salud y serenidad
y no seré jamás María
Egipcíaca
ni la primera mujer de
nadie
ni voy a patinar y
quitarme defectos
como se quita uno
mariposas.
ya de verdad no voy a
tener estos domingos
sus lunas menguantes
ni la velocidad al
caminar en los paisajes:
ni buena vista ni
corazón ardiente
ni mi padre y mi
hermano volverán.
yo no voy a tener tus
cartas con lluvia
ni premoniciones ni
saltos en el vientre.
no voy a tener un
ombligo pequeño
donde nos sentábamos a
mirar.
no aprenderé los
nombres de los árboles
dónde me queda el sur
la inmensidad
ya no sabré jamás las
estrategias
cómo poner los rumbos
en la brújula
ya nadie me va a
quitar las equivocaciones
ni las cosas que amé
ya no
pero.
REINA MARÍA RODRÍGUEZ
(La Habana, 1952)
LOS COLUMPIOS
Los columpios no son
noticia,
son simples como un
hueso
o como un horizonte,
funcionan con un
cuerpo
y su manutención
estriba
en una mano de pintura
cada tanto,
cada generación los
pinta
de un color distinto
(para realzar su
infancia)
pero los deja como
son,
no se investigan
nuevas formas
de columpios,
no hay competencias de
columpios,
no se dan clases de
columpio,
nadie se roba los
columpios,
la radio no transmite
rechinidos
de columpios,
cada generación los
pinta
de un color distinto
para acordarse de
ellos,
ellos que inician a
los niños
en los paréntesis,
en la melancolía,
en la inutilidad de
los esfuerzos
para ser distintos,
donde los niños queman
sus reservas de
imposible,
sus últimas
metamorfosis,
hasta que un día, sin
una gota
de humedad, se bajan
del columpio
hacia sí mismos,
hacia su nombre propio
y verdadero, hacia
su muerte todavía
lejana.
FABIO MORÁBITO
(Alejandría, 1955)
ENRIQUEZCA SU
VOCABULARIO
Ve al diccionario
rescata
la palabra “íngrimo” y
me avisas.
¿Volviste? A esta hora
están matando un gallo
en Senegal
óyelo bien
le están cortando el
cuello
a un gallo que no eres
tú
no te importa su
nombre
sin nombre un gallo
pudo ser hombre
el destino es extraño
y tiene plumas
cacareaba, sí
pero, ¿qué sabes?
¿Tú qué sabes
del gallo
de la sustancia que
alza
dentro?
¿Conoces el principio
azul del músculo
la estatura ciega
ósea?
Pudo ser hombre
sufrió en dos patas
como cualquiera
en Senegal.
Lo matan. Ya sabes
la cáscara
deja la llaga
del gallo humano salir
gotea cortado
el cuello
el hombre puro
del gallo
la desolación
deja un desierto en la
madrugada
hace un agujero en la
luz
el picotazo negro
de la muerte
gallina
la mañana.
El gallo
en el hombre.
Ahora dime:
¿Qué significa
“íngrimo”?
RAFAEL COURTOISIE
(Montevideo, 1958)
Sé que tras esta pared
mi vecina escucha lo
que pienso.
Por eso pienso en voz
baja
sin comprender del
todo lo que digo.
Incluyo que la imagino
desnuda,
sola sobre su cama,
pensando en lo que
pienso tras la pared.
Tampoco yo alcanzo a
escuchar
lo que ella piensa.
Lo hace bajito,
como yo, entre las
sábanas.
ARTURO GUTIÉRREZ PLAZA
(Caracas, 1962)
TOILETTE
Los hombres orinan el
borde
nosotras
el fondo.
NURIA ESTÉVEZ
(Puerto Padre, 1971)
VENECIA
Quisiera capturar en
vida tu imagen,
guardarla en la
galería de mi mente,
desenterrarte del
lugar donde te has refugiado
mientras aumenta cada
día tu esplendor
y voy ciega a tu
existencia.
Eres como un velo
tendido sobre la arena,
toda transparencia y
gravedad.
Pareces tan tenue, tan
serena,
tan desnuda de todo
salvo de tu gracia.
Me pregunto al
contemplar las imágenes
grabadas en la laguna,
cuál es la ciudad real
y cuál es su reflejo.
LAUREN MENDINUETA
(Barranquilla, 1977)
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