Escucho la conferencia ‘Un genio
generoso y poderoso’, pronunciada por Almudena Grandes en el Ateneo de Madrid
sobre Galdós. Hace un repaso cardiológico por toda su narrativa. Se le nota
entusiasmada por un autor que ella está reinventando a casi doscientos años de
distancia. Con esa obsesión tan natural y poderosa fijada en Galdós corre
peligro de adueñarse de su obra y convertirse en la autoridad máxima galdosiana
entre los escritores españoles actuales. Por otro lado, me pregunto si habría
alguien mejor cualificado que Almudena para ostentar esa autoridad; alguien que
haya leído, desde la conciencia creativa, de forma más inteligente a Galdós.
Este año, al celebrarse el centenario de su muerte, nos vamos a hartar de celebraciones institucionales galdosianas. Bienvenidas sean, siempre que provoque la lectura pendiente de algunos de sus títulos o la relectura de sus mejores páginas para comprobar si aún hay escenas, tramas o personajes perennes. Trafalgar y Miau las leí en la adolescencia y merecen revisión. Marianela la leí una vez en soledad y la he releído varias veces por cuestión de docencia; para haber querido huir casi toda su vida de lo cursi, cae en ello a menudo. Ciertamente es muy difícil separar con una línea clara la ternura de la cursilería.
También debo revisar El abuelo, Halma y Tristana, pero sobre todo debo empezar a leer ya Fortunata y Jacinta, que está criando polvo en la estantería desde hace más de quince años. Será un buen año para arrancarme.
Este año, al celebrarse el centenario de su muerte, nos vamos a hartar de celebraciones institucionales galdosianas. Bienvenidas sean, siempre que provoque la lectura pendiente de algunos de sus títulos o la relectura de sus mejores páginas para comprobar si aún hay escenas, tramas o personajes perennes. Trafalgar y Miau las leí en la adolescencia y merecen revisión. Marianela la leí una vez en soledad y la he releído varias veces por cuestión de docencia; para haber querido huir casi toda su vida de lo cursi, cae en ello a menudo. Ciertamente es muy difícil separar con una línea clara la ternura de la cursilería.
También debo revisar El abuelo, Halma y Tristana, pero sobre todo debo empezar a leer ya Fortunata y Jacinta, que está criando polvo en la estantería desde hace más de quince años. Será un buen año para arrancarme.
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