Sábado.
Octavo día de confinamiento. Me levanto a las once de la mañana, desayuno unas
tostadas con aceite y piezas de pera a las que he mutilado las zonas mohosas y
un café con leche. Zoraida ha salido al mercado y a la farmacia a por algunas
provisiones básicas. Mis hijos siguen durmiendo. Veo un documental sobre el
recorrido de la banda venezolana de rock La Puta Eléctrica. Es impactante el
parecido de su cantante y líder con el rostro de Mick Jagger: labios gruesos,
ojos felinos proyectando una ternura luciferina... La Puta Eléctrica fueron, a
todas luces, los Nirvana caribeños; Norton Pérez, el Kurt Cobain andino.
A vueltas con el concepto de rebeldía, abro El hombre rebelde de Camus y leo el
iluminador inicio del primer capítulo: «¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre
que dice que no. Pero si se niega, no renuncia: es además un hombre que dice
que sí desde su primer movimiento. Un esclavo, que ha recibido órdenes durante
toda su vida, juzga de pronto inaceptable una nueva orden. ¿Cuál es el
contenido de ese “no”?». Sé que es un libro al que volver de continuo, escarbar
un poco, absorber su líquido lúcido, cerrarlo y dejarlo reposar un tiempo hasta
abrirlo de nuevo. La obra de Camus está colmada de energía moral, espiritual e
intelectual; es inagotable.
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