2/5/2020


   El desnudo de Li-Young Lee.
   No siempre todos los cócteles entre espiritualidad y sexualidad dan un resultado magistral. Creo que, ya sea debido a la expectativa generada tras el largo silencio en publicar de Li-Young Lee, ya por una estrategia clásica de publicidad literaria yanqui, El desnudo no tiene un cuerpo poético a la altura de lo que se esperaba de un autor tan laureado anteriormente por la crítica, sobre todo en las décadas de los ochenta y noventa.
   ¿Otro ejemplo de sobrevaloración de un escritor por razones políticas o emocionales en el relato de su biografía? Me da en la nariz que sí, aunque no he leído sus libros anteriores y eso me impide constatarlo. Por lo tanto, me ciño sólo a lo que leo en El desnudo, que observo como un experimento interesante respecto a la idea, con salpicaduras lustrosas, pero, en general, ejecutado de modo irregular y desequilibrado.




   El penúltimo y extenso poema titulado ‘Intercambiando lugares en el incendio’, sin embargo, justifica todo el aperitivo farragoso anterior. Aunque se haya servido tarde, este plato principal es una verdadera oración caliente que te mantiene atraído y te eleva desde la primera estrofa hasta la última. Copio su coronación:

Y de todas las cosas de las que estamos muriendo esta noche,
estar vivo es la más extraña.
Sobrevivir a nuestras historias es la más triste.
El tiempo deja heridas  más pequeñas,
y tu cuerpo, una ocasión mortal
de la ley intemporal,
es toda la palabra que conozco.

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