El desnudo de Li-Young Lee.
No siempre todos los cócteles entre espiritualidad y
sexualidad dan un resultado magistral. Creo que, ya sea debido a la expectativa
generada tras el largo silencio en publicar de Li-Young Lee, ya por una
estrategia clásica de publicidad literaria yanqui, El desnudo no tiene un cuerpo poético a la altura de lo que se
esperaba de un autor tan laureado anteriormente por la crítica, sobre todo en
las décadas de los ochenta y noventa.
¿Otro ejemplo de sobrevaloración de un escritor por razones
políticas o emocionales en el relato de su biografía? Me da en la nariz que sí,
aunque no he leído sus libros anteriores y eso me impide constatarlo. Por lo
tanto, me ciño sólo a lo que leo en El
desnudo, que observo como un experimento interesante respecto a la idea,
con salpicaduras lustrosas, pero, en general, ejecutado de modo irregular y
desequilibrado.
El penúltimo y extenso poema titulado ‘Intercambiando
lugares en el incendio’, sin embargo, justifica todo el aperitivo farragoso
anterior. Aunque se haya servido tarde, este plato principal es una verdadera oración
caliente que te mantiene atraído y te eleva desde la primera estrofa hasta la
última. Copio su coronación:
Y de todas las cosas
de las que estamos muriendo esta noche,
estar vivo es la más
extraña.
Sobrevivir a nuestras
historias es la más triste.
El tiempo deja
heridas más pequeñas,
y tu cuerpo, una
ocasión mortal
de la ley intemporal,
es toda la palabra que
conozco.
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