El corazón del claroscuro de Miguel Ruiz Martínez.
A veces, sólo a veces, siente uno agradecimiento por que se recupere la
memoria poética de un autor que, de haber tenido más ambición por su propia
celebridad en vida, habría llegado seguramente a los ojos y al corazón de no
pocos lectores. A veces, sólo a veces, hay que agradecer la generosidad de descubridores y protectores de tesoros como Ada Soriano, José Manuel Ramón o José María Piñeiro, a agitadores culturales como José
Luis Zerón Huguet, que desde la revista Empireuma
convocara e informara al mundo de la existencia de estrellas rutilantes que
dibujaban el mapa lírico y metafísico de su provincia alicantina. A veces, sólo a veces, debemos reconocer a instituciones —en este caso, el Ayuntamiento de Redován y la Fundación Cultural
Miguel Hernández— el hecho de que se puedan desempolvar y gozar poemas como este:
LAS HORAS DEL CRISTAL
La pared del deseo
más quieto nos arrastra
a la hoguera cristal del viento helado
a los campos de piedra y blancas hojas
excavas en mi carne
su solo abrevadero
yo que hago de la sed la despedida
la despedida que hay en toda espera.
más quieto nos arrastra
a la hoguera cristal del viento helado
a los campos de piedra y blancas hojas
su solo abrevadero
yo que hago de la sed la despedida
la despedida que hay en toda espera.
Ladera de tu hondo
es el libro menos destacable, más denso, de imagen y de sintaxis más
alambicada. En Prosas finas se
percibe una concepción del mundo en el que hay un peso fuerte de Heráclito:
cuando venga el tiempo que nunca viene
porque somos ese tiempo que ya está aquí y siempre está viniendo y nunca viene
su sudoroso hielo goteando hoy desde mis cuencas sobre estos arroyos
Entre sus libros póstumos —Boria de la heredad, La peña en que me amparo, Elegía intermedia, Datura supurando— hay dos versos que podrían funcionar como epitafio, concentran toda la cosmovisión poético-filosófica de Miguel Ruiz Martínez:
estar aquí como si no estuviera!
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