No lejos de Antonio Moreno. Me estreno con este autor del que tanto
y tan bien me han hablado amigos de Murcia. Dicen que pone trampas secretas en
su prosa contemplativa para que parezca frívolo lo que en verdad es abismal;
dicen que hace nuevo lo viejo con la mirada; que el paisaje y el tiempo se
convierten con sus páginas en elaborados juguetes infantiles; que es como Paulo
Coelho pero en bueno y sin apropiacionismos. Y todo eso es verdad.
Se me ha hecho corto No lejos, pero he comprado otro libro suyo más largo, se titula El sueño de los vencejos. Le meteré mano en seguida.
Se me ha hecho corto No lejos, pero he comprado otro libro suyo más largo, se titula El sueño de los vencejos. Le meteré mano en seguida.
El silencio tiene
otros nombres tan simples como él que, con todo, no lo nombran: atención,
vacío, escucha, inmensidad. De su infinita limpidez, de su simpleza, irradia la
más bella de todas sus paradojas: tanto como la palabra —que se apoya en su
superficie igual que nuestras sombras a nuestros cuerpos—, el silencio es el
gran principio civilizador, una raíz esencial en la completa formación de este
ser al que llamamos hombre.
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