15/7/2020


   El cine de los sábados de Terenci Moix.
   Terenci era único e intransferible. Creo que en las letras españolas ya no veremos más este estilo de inteligencia blanquinegra, este humor de banderillero fino, reflexión e identidad caricaturesca, este memorial sensitivo y sensacional, a veces más fantasioso que fantástico. Pero, qué demonios, se agradece la imaginación biográfica ante tanto documentalismo plano.

    ¡Qué cosa más bonita, el arte de los rapsodas!
   Sin ir más lejos, papá tenía ínfulas de recitador y, para nuestra alarma, veleidades de poeta incomprendido. Todavía gustaba recordar la fama que conoció, de soltero, entre las pollitas del barrio, que no sólo se lo rifaban, como he dicho en más de una ocasión, sino que le consideraban el Gustavo Adolfo de su quinta. Tenían motivos, pues era muy aficionado a mandar cartas de amor en verso, hasta que se topó con mamá, quien supo decirle: «A mí me lo cuentas en prosa, prenda, que no estoy pa’ hostias».


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